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Sergio Ramírez: Pluma  a favor de las minorías vejadas

Nivaria Perera

  • Universidad de Costa Rica y  Universidad Nacional le entregaron el título Doctorado Honoris Causa exaltando “defensa de una represión contra la literatura, la libertad de expresión y la libertad de creación”.
  •  Es Nuevo Miembro Correspondiente  de la Academia  Costarricense de la Lengua.
  • Su novela  “Tongolele no sabía bailar” le mandó al exilio por el gobernante de su país.
  •  “imagino los estantes de libros en la penumbra, quietos en el recinto cerrado esperando la mano que los devuelva a la vida, la mía”.

Las letras latinoamericanas han impactado desde siempre la literatura y el pensamiento de las naciones hispanohablantes en diferentes regiones. Hoy es el escritor de origen nicaragüense Sergio Ramirez Mercado, acercándose a sus 80 años, quien ha logrado con su  vasta obra colocarse en  las páginas culturales de toda América y España. Pero no hablamos de solo sus obras en español. Hoy toda su producción literaria ha permeado naciones nórdicas como Suecia, Finlandia y Noruega  así como Alemania e Inglaterra y otras naciones, mereciendo el mayor galardón de las letras el Premio Miguel de Cervantes, otorgado por la mayor obra literaria.

Ramírez Mercado es un escritor híbrido,   heredero de los grandes  y reconocidos  escritores de la literatura latinoamericana del siglo veinte, con quien cultivo fuertes lazos de amistad y fueron sus grandes maestros en el arte de escribir.  Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, todos ellos fueron  además sus maestros.

Además de recibir esa influencia forma parte de la nueva generación de escritores que surgen en la última parte del siglo 20 y principios del actual, donde la novela entra con su imaginación y lenguajes en dialogo con la historia, con el poder y la política.

Y, su obra literaria, dice Alvaro Rojas,  reconocido escritor nuestro y ex director del Colegio Costa Rica “su obra literaria reconstruye en la ficción momentos importantes de la vida política nicaragüense. Nicaragua es una constante  fuente de materia prima para las obras de Sergio Ramirez”. Rojas ha sido un estudioso de la obra de Ramirez Mercado desde hace muchos años.

De esta forma, surgen obras señeras  como Adiós Muchachos, el autor hace en ella  una   profunda reflexión a los 20 años de la  revolución sandinista, donde relata su vida política en la clandestinidad y luego en el poder del triunfo revolucionario contra la dictadura de Somoza Debayle.  En ella relata sus sueños por una Nicaragua libre de dictaduras de cualquier signo  y su desilusión por la política que le hace sumergirse de lleno en la literatura pero sin  renegar de su  compromiso  con  valores de libertad y respeto. En forma reciente  con su novela  Tongolele no sabía bailar, desata la ira de la pareja gobernante de Nicaragua que le hace exiliarse en España, cuando visitaba Costa Rica  para el lanzamiento de la novela.

SobreTongolele no sabía bailar, escribimos en el diario digital 24.CR,en setiembre último  “pero sí sabe de libertad, trabajo, salud y  educación. A leer y regalar este libro, los hermanos del norte se lo merecen”.

La literatura de Ramírez Mercado no es una literatura panfletaria ni mucho menos. Los premios hasta ahora recibidos como los  Doctorados Honoris Causa como los homenajes de entrega de las llaves de las ciudades le reconocen el valor literario y manejo de formas de lenguaje  que impactan.     

En este punto, Alvaro Rojas recalca sobre el estilo de  Ramírez Mercado que  “las formas literarias  y lenguaje muy bien trabajados y con muchísimo conocimiento del oficio de escritor”  logra  una simbiosis de la historia, la ficción y el andamiaje de los personajes  que  resultan tan  entrañables al lector tanto en las novelas o los cuentos.

Recientemente Ramirez Mercado ha dicho “la literatura no tiene el poder de cambiar las cosas, pero sí la capacidad de revelarlas.  Considera que la literatura abre un espacio crítico que es esencial para el pensamiento humano”.

 A partir de su reciente visita al país Sergio Ramirez Mercado es Miembro Correspondiente de la Academia Costarricense de la Lengua también lo es como miembro numerario de la Academia Nicaragüense de la Lengua.  En ambas instituciones que velan por el valor de la lengua lo consideraron por su autoría de una obra literaria de indudable valor e importancia en el desarrollo de las letras contemporáneas escritas en español.

 Los dos centros universitarios públicos más antiguos de nuestro país la Universidad de Costa Rica y la Universidad Nacional le recibieron como miembro honorario reconociendo sus aportes a la literatura y a su constante  voz en artículos, conferencias y maneras de clamar por la libertad y darle voz a los que sufren por las opresiones y tiranías.

Importancia de la lectura y los libros

El autor destacó en su aceptación del homenaje en la UCR la importancia para las sociedades modernas de preservar la lectura  como vehículo de liberación    “como escritor y como lector me planteo la lectura como un acto de gozo. No temo afirmar que el primer deber de un libro de ficción es provocar lo que podríamos llamar un estado de felicidad en el lector y aún las lágrimas que se vierten al leer acerca de dolores y desventuras”.

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Y más adelante con maestría puntualiza”Un libro, como una casa de varios pisos, admite diversas lecturas. Se sube por las escaleras a pisos diferentes y en ese piso al que ahora ascendemos vamos a descubrir cosas que no habíamos visto en el piso anterior, las habitaciones están amobladas de manera diferente, las ventanas dan a paisajes que no sospechábamos”.

La nostalgia está en las palabras del escritor al hablar del poder de los libros  “Sin lector no hay escritor, son dos caras de una misma moneda. Ya lo dice Borges: “de todos los instrumentos del hombre el más asombroso, sin duda, es el libro; los demás son extensiones de su cuerpo”.

Sergio Ramirez, así de sus miles de libros acunados  en la salas oscuras de su residencia en Nicaragua, por orden del gobernante de su país   “imagino los estantes de libros en la penumbra, quietos en el recinto cerrado esperando la mano que los devuelva a la vida, la mía”.

El más  reconocido escritor latinoamericano de los últimos años sin levantar la voz y con su sonrisa nostálgica por su Patria invita a la juventud, en el acto en la UCR habían decenas de chicos y chicas de su país, y les conmina a “soñar en un mundo distinto, en un mundo más justo, un mundo libre y democrático” que les permita alcanzar sus anhelos en libertad”.

Mi entrañable Sergio Ramírez

Me acerqué al escritor, al hombre, al esposo de Tulita, al padre de familia desde el año 98 cuando vino a presentar su novela “Margarita está linda la mar”, ganadora del Primer Premio Internacional Alfaguara  de Novela, 1998, cuando organice el tinglado del lanzamiento de la novela ganadora,  con entrevistas para los medios de prensa y la firma de libros en diferentes librerías de esta capital. Y así lo seguí haciendo por varios años cuando nos ofrecía sus nuevas novelas, cuentos, ensayos.

Además del valor literario de sus obras, que me leía antes de su llegada y de estar presente en las entrevistas con la prensa y conversaciones con algunos personajes de nuestra sociedad, logré calibrar la figura de Sergio como un hombre de compromiso con sus ideales por una sociedad justa y democrática, pero especialmente con los que sufren por la opresión y la falta de libertad.

Eran días de largas jornadas, nunca se quejo. Y puedo afirmar que su franca sonrisa de inicio del día le acompañaba durante la extenuante jornada. Un escritor generoso con los imberbes escritores que se le acercaban  en busca de consejo, con los periodistas y sus reiteradas preguntas y en las presentaciones con las innumerables preguntas de su público.

Sin embargo, al ex Secretario General del Consejo Superior de Educación Centroamericana, CSUCA, le conocí allá en Los Yoses, calculo en el año 77 en su oficina, cuando fuimos la colega Ana Madrigal y yo, estudiantes de periodismo, a solicitarle ayuda para un curso de verano en la Universidad de Costa Rica, UCR, que permitiera   seguir con el programa de la Escuela de Ciencias de la Comunicación. En la primera semana de diciembre contamos unos 20 estudiantes, hoy colegas, con profesor y logramos el propósito de no estancarnos, por un curso, en nuestra carrera. Su compromiso con el saber y las nuevas generaciones quedó plasmado en su acción expedita.

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