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Por inservible, la ONU debe ser lanzada al basurero de la historia

Por inservible, la ONU debe ser lanzada al basurero de la historia

Álvaro Campos Solís, periodista

Por un principio de dignidad y de respeto a sus respectivos pueblos, bien harían los presidentes y jefes de gobierno que estén verdaderamente comprometidos con la paz entre las naciones y la paz mundial en abstenerse de asistir a la próxima asamblea general de la Organización de las Naciones Unidad que tendrá lugar en Nueva York a partir del próximo 12 de septiembre. Ese organismo es anacrónico e inservible. Si los jefes de gobierno no tienen voluntad ni poder para actuar de conformidad, será necesario que los pueblos tomen la iniciativay cuestionen todo gasto que implique asistir a ese foro mundial.  En este trance es poco probable que los pueblos encuentren apoyo en la prensa conservadora.

La ONU, el principal organismo mundial creado en 1945, como institución garante de la paz mundial, luego de la Segunda Guerra Mundial: “sigue siendo el único lugar de la Tierra donde todas las naciones del mundo pueden reunirse, discutir problemas comunes y encontrar soluciones compartidas que beneficien a toda la humanidad”, afirma el secretario General del Organismo, Antonio Guterrez.

Las afirmaciones del máximo representante de la ONU contrastan con la cruda realidad, pues desde que concluyó la Segunda Guerra Mundial, en 1945, hasta la fecha, se contabilizan decenas de guerras e invasiones, muchas de las cuales han sido patrocinadas o directamente ejecutadas por las dos potencias mundiales: Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas que desde 1989 lleva el nombre de Rusia.

A la sede de la ONU, en Nueva York, concurren todos los años la mayoría de los presidentes y jefes de estado de 193 naciones, para pronunciar discursos a los que ninguna otra nación presta la menor atención. Pronunciar esos discursos se ha convertido en una forma de hacer turismo de primera clase con los recursos de los respectivos pueblos.Por lógica, ningún mandatario se va a sentar a prestarle atención a 192 colegas.

Las dos potencias han competido a lo largo de 77 años por la supremacía mundial, lo cual ha implicado la ejecución de invasiones y entrar en guerra con todo aquel país que cuestione sus ambiciones expansionistas. Algunos conflictos se desarrollan con el argumento de que es para “conservar el orden mundial”, según Antony Blinken, Secretario de Estado de los Estados Unidos.

Los cierto es que el conflicto militar entre las dos potencias viene de lejos y va para largo. Particularmente ahora que los países de Europa Occidental se alían a los Estados Unidos bajo el alero de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Ese organismo actúa como brazo armado de los Estados Unidos en Europa.

En el caso de Europa son 28 naciones dueñas de poderosos armamentos, pero con grandes carencias en los campos de la alimentación, el gas para el uso doméstico e industrial y los combustibles para la movilización de la flota vehicular.  Hasta hace poco tiempo esos pueblos  eran  referentes de cultura, historia y capacidad financiera. Su participación en conflictos bélicos va minando su solvencia económica, según la opinión de observadores independientes.

Lo curioso de ese fenómeno militar es que los pueblos se dejan arrastran por las decisiones que en ese campo adopten los militares, con el visto bueno de los políticos

Lo anterior significa que estamos frente al suicidio de la razón, lo que resulta obvio que tanto las dos potencias militares (Estados Unidos y Rusia) así como las 28 naciones de la Unión Europea dan muestras inequívocas de que se han convertidos en adictos a la guerra.

Ciertamente, preocupa la indiferencia o incapacidad de maniobra de la diplomacia mundial que vive a la sombra de la ONU, la cual ha observado de lejos las invasiones a la Península de Corea (dejando como herencia dos coreas: una comunista y otra capitalista), VietNam, Camboya, Irak, Libia.

 Las dos potencias alternaron su respectiva invasión a Afganistán. Las dos sufrieron sendas derrotas frente a unos barbudos fanáticos e incultos.

Mientras tanto, millones de personas en todo el mundo, incluyendo a los principales medios informativos de los cinco continentes, ven el conflicto armado entre Rusia y Ucrania como quien observa un partido de futbol.  No se dan cuenta de que la “gradería” la conforma el mundo entero, expuesto a ahora al pago de los costes de una guerra con los recursos originalmente destinados a la creación de fuentes de empleo y a la atención de la salud y la alimentación de una población superior a los siete mil millones de seres humanos.  Una realidad a la que nuestro país no escapa. Como ya lo estamos viendo con el precio de los combustibles y la importación de harina de trigo.

 Es evidente que las grandes potencias y sus respectivos socios regionales le quitan todo principio de autoridad al organismo creado para la preservación de la paz mundial. Aquí se aplica aquel principio de quien paga manda. Solo Estados Unidos aporta más de un 20 por ciento al presupuesto anual de ese organismo que el año anterior alcanzó los 3 mil 200 millones de dólares.

Ese monto resulta poco significativo si lo comparamos con los recursos del complejo militar industrial que, según diversas fuentes, contempla la producción y venta de armas,la promulgación del militarismo a través de los medios de comunicación, el  uso de los medios para el mantenimiento de la hegemonía de las clases dominantes o empresas así como el aprovechamiento por parte de empresas privadas de la gran y creciente población carcelaria en Estados Unidos, según  informes divulgados por Wikipedia.

Resulta inconcebible que en pleno siglo XXI, cuando los científicos nos hablan de los avances en el campo de la inteligencia artificialy deinminentes viajes a diversos lugares del sistema planetario,el complejo militar industrial se imponga a todo esfuerzo de la diplomacia mundial.

A pesar del sombrío panorama, el secretario general de la ONU insiste en queal final, todo se reduce a valores. “Queremos que el mundo que hereden nuestros hijos venga definido por los valores consagrados en la Carta de las Naciones Unidas: la paz, la justicia, el respeto, los derechos humanos, latolerancia y la solidaridad”. Con ese tipo de discursos es como se gastan o desgastan las ideas.

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