Visión CR

Fertilización globalizada

Federico Paredes,

analista agroambiental 

Un fenómeno natural sumamente interesante que ocurre todos los años en nuestro Planeta, es el arrastre por corrientes de viento, de oriente a occidente, de partículas muy pequeñas de polvo del Desierto del Sáhara hacia nuestro Continente. 

Este polvo del desierto viaja a más de 7000 km desde el Norte de África hasta la gran cuenca amazónica en Sudamérica. Satélites de la NASA han recolectado datos entre 2007 y 2013, que revelan la cantidad nada despreciable de 182.000 millones de toneladas de este polvo, de la cuales, una gran cantidad aproximada de 28 millones de toneladas, se precipitan en la cuenca amazónica.

Aunque se sabe que, en su estado natural, un bosque es perfectamente autosuficiente en cuanto a su fertilización, para reponer los reservorios de los nutrientes perdidos, los ecólogos han determinado que el aporte de estas partículas del desierto del Sáhara en incrementar la riqueza del suelo selvático del Amazonas, es fundamental.

Ciertamente estos impresionantes bosques mantienen una especie de economía circular en cuanto a reciclar todo material orgánico que se genere en sus entornos. Por ejemplo, ramas y troncos que caen y se pudren, animales muertos en el piso del bosque, frutos que caen y después de que son comidos por la fauna frugívora, se empiezan a descomponer, pedazos de roca o lajas que por la humedad se van desintegrando, son elementos que aportan al ciclo nutricional, de ese suelo amazónico. 

Ahora bien, el polvo del desierto es movido por enormes corrientes de aire entre los meses de mayo, junio y julio de cada año; esta nube primero hace su ingreso por Venezuela y luego se dirige al sur del Continente, hacia la selva más grande del mundo. 

El grano de dicho polvo que es transportado encima del Océano Atlántico, es unas 100 veces más pequeño que el grosor de un cabello, de manera que no es observable por el ojo humano y aporta elementos químicos fundamentales en la nutrición de las plantas como lo son el fósforo (P) y el nitrógeno (N). 

Como es lógico suponer, las masas atmosféricas que trasladan estas partículas sobre el Atlántico van perdiendo volumen y al caer en el mar pueden fertilizar el fitoplancton y el zooplancton de manera que lo que podría verse como algo negativo, se termina convirtiendo en una formidable labor de fertilización. 

Pero, ¨una de cal y otra de arena¨, el cuadro anterior nos muestra el lado beneficioso de este fenómeno, sin embargo, la casi imperceptible lluvia de polvo sahariano puede ser molesta y hasta riesgosa para las personas con afecciones como el EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica), el asma, enfisema pulmonar o con alergias respiratorias. 

El IMN (Instituto Meteorológico Nacional) de Costa Rica, ha determinado que este polvo puede ser sumamente tóxico para la salud humana, al ser portador de virus, bacterias, esporas de hongos, hierro, mercurio e incluso de restos de plaguicidas. 

 Análogamente a este fenómeno del polvo sahariano, cuando el volcán Irazú hizo sus potentes erupciones en 1963, las corrientes de aire trasladaron las cenizas de este coloso, desde su boca eruptiva, hasta zonas de cultivo de Cartago y llenó de nubes de ceniza a las urbes como San José, Heredia y otras de la GAM. La gente tuvo que usar pañuelos y mascarillas para poder respirar medianamente cómodo. Los ganaderos de Vásquez de Coronado y de Cartago, simplemente tuvieron que trasladar sus hatos de bovinos y de equinos a otras zonas del país como Tilarán o San Carlos, para evitar que sufrieran por estas cenizas y poder disponer de pasturas frescas para alimentarlos. 

No sobra decir que los terrenos agrícolas de las zonas afectadas, a la larga se vieron beneficiados por estas cenizas que actuaron como abonos naturales; por supuesto, muchas veces el costo de llegar a esto es elevado, o conlleva riesgos colaterales. 

La Madre Naturaleza no deja de sorprendernos con episodios como el relatado en el caso del Sáhara y para lo cual siempre debemos comprenderlos, adaptarnos y sacarles el mejor provecho. Es lo que el ser humano ha hecho a lo largo de la historia de su existencia sobre la Tierra. 

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  • Caramba, visto así, con nuestra mezcla de ignorancia y asombro, cuesta creer que partículas más delgadas que el grosor de un cabello, como las del polvo del Sahara, viajen en corrientes de aire a través de la distancia, desciendan y enriquezcan la naturaleza indómita del profundo Amazonas y en general de nuestras tierras de cultivo, al tiempo que causan daños en la salud de las personas. Cal y arena, como escribe el autor, coetáneo, como los estimables periodistas de esta revista, de la tenue lluvia de ceniza volcánica que comenzó a salpicar las camisas blancas de los chiquillos que hacíamos ondear banderas de papel al paso del mítico emisario de la democracia, quien nos cautivó en marzo de 1963 con su visita, asesinado al final de ese mismo año (22-11-63) en su propio país. Cal y arena, evocación y asombro; ciencia y naturaleza. Gracias, Federico, por tu pluma sensible y aleccionadora.

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