Visión CR

Federico García Lorca, poeta inmortal

Adriana Núñez, periodista

Un día como hoy, pero en 1898 -hace 124 años- abrió sus ojos al mundo el inolvidable poeta y dramaturgo español Federico García Lorca, miembro de la renombrada generación del 27, un grupo de intelectuales y literatos al que pertenecieron Luis Cernuda, Vicente Alexandre, León Felipe y Rafael Alberti, entre otros.

Desde temprana edad, García Lorca entró en contacto con las artes a través de la música y el dibujo donde también destacó. Pero su mayor inspiración quedó plasmada en sus poemas, en cuya elaboración era muy riguroso; de ahí los múltiples detalles que aparecen en los manuscritos que legó a la historia, donde se evidencia un constante esfuerzo por perfeccionar su obra.

Para sus fieles lectores, las obras de Lorca exudan una magia sin igual; misterios y maravillas que, desde la visión del autor, de la cual se impregna inmediatamente quien lo lee, surge siempre el simbolismo penetrante de la alegría o el dolor, de la belleza o la fealdad, de la vida y la muerte…

Generosa y veraz resulta la descripción que, durante una entrevista, hiciese sobre García Lorca el cineasta Luis Buñuel (1900-1983), quien en la ocasión señaló:

“De todos los seres vivos que he conocido, Federico es el primero. No hablo ni de su teatro ni de su poesía, hablo de él. La obra maestra era él. Me parece incluso difícil encontrar alguien semejante. Ya se pusiera al piano para interpretar a Chopin, ya improvisara una pantomima o una breve escena teatral, era irresistible. Podía leer cualquier cosa y la belleza brotaba siempre de sus labios. Tenía pasión, alegría, juventud. Era como una llama”.

También es justo acotar que -humano al fin- Federico, usualmente alegre y apasionado, experimentó y compartió, sobre todo con sus más allegados, las sombras que le espantaban, entre las cuales rondaban su homosexualidad – peligrosa para la época- y el temor ante los misterios de la vida. Pero por encima del miedo sobresalió siempre la libertad de su espíritu creador: “Desechad tristezas y melancolías. La vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar”.

Desde temprana edad, su precocidad rasgó el viento con voz firme; así quedó plasmado en su poema “Madrigal”, escrito en 1919:

Yo te miré a los ojos

cuando era niño y bueno.

Tus manos me rozaron

Y me diste un beso.

(Los relojes llevan la misma cadencia y las noches tienen las mismas estrellas.)

Y se abrió mi corazón

como una flor bajo el cielo,

los pétalos de lujuria

y los estambres de sueño.

(Los relojes llevan la misma cadencia, y las noches tienen las mismas estrellas.)

En mi cuarto sollozaba

como el príncipe del cuento

por Estrellita de oro

que se fue de los torneos.

(Los relojes llevan la misma cadencia, y las noches tienen las mismas estrellas.)

Yo me alejé de tu lado

queriéndote sin saberlo.

no sé cómo son tus ojos,

tus manos ni tus cabellos.

Sólo me queda en la frente

la mariposa del beso.

(Los relojes llevan la misma cadencia, y las noches tienen las mismas estrellas.)

Acababa de cumplir 38 años hacía apenas un mes y recién finalizaba su obra “La Casa de Bernarda Alba” pero en la antesala de la Guerra Civil española, las críticas y persecución en su contra, azuzadas por el mensaje claro y rotundo del poeta contra las injusticias sociales, habían recrudecido. Y luego lo asesinaron.

García Lorca, poseía “duende” como dicen los gitanos. Y quizás por ello, aunque no fuese amuleto para impedir su muerte, su poesía ha trascendido y su espíritu aún flota entre las ramas de los olivos, en las nubes de azúcar y las castañuelas.

Agregar comentario

Deja un comentario