Visión CR

Tenga a mano un espejo y fortalezca su espíritu

Adriana Núñez, periodista

La palabra espejo, procede del término latino specŭlum y se refiere a una superficie que refleja aquello que tiene delante.

Según datos históricos los primeros espejos, casi todos de metal: oro, plata, bronce, latón, cobre, acero y en algunos casos de obsidiana -que es un vidrio natural de origen volcánico de color negro o verde muy oscuro- aparecieron en Mesopotamia hace más de 4000 años a. C. En América Central y del Sur, los ejemplares de piedra pulida datan de aproximadamente 2000 años a C.

En la antigüedad se utilizaban con fines no solo decorativos sino también “mágicos” y espirituales. Uno de los más simbólicos es el espejo de la barca solar de Isis, un elemento de la mitología egipcia vinculado al ciclo diario del Sol y al demiurgo, que en la filosofía gnóstica es el principio ordenador de los elementos preexistentes. En él quedó impreso el llamado Ojo de Horus, signo de videncia, espiritualidad y poderes ocultos. Es el ojo de la visión “justa”. Según el filósofo griego Platón (427-347 a C) el demiurgo se encarga de copiar las ideas perfectas en la materia imperfecta.

Muchos siglos más adelante, el filósofo alemán Max Scheler (1874-1928) quien tuvo un fuerte impacto en el desarrollo de la fenomenología, la ética y la antropología filosófica, relacionó los espejos con el pensamiento, pues según señaló “es en el vehículo mental donde se produce la autocontemplación” por lo que el espejo representa un instrumento reflejante que, a la vez, tanto Scheler como otros pensadores de su época, asociaron también al mito de Narciso, personaje de la mitología griega, cuya hermosa apariencia provocaba que todas las féminas se enamoraran de él, razón por la cual era muy vanidoso.

A pesar de dichas apreciaciones, en nuestra era, el espejo se utiliza en distintas terapias para fortalecer la autoestima y en procesos de sanación física, mental y espiritual.

Los espejos tal y como los conocemos ahora, se inventaron hace unos 200 años en Alemania gracias a la labor del químico Justus Von Liebig (1803-1873) quien desarrolló un proceso en el que aplicaba una delgada capa de plata a un lado de un panel de vidrio. Este famoso investigador del siglo XIX también incursionó en la química agrícola e inventó entre otras cosas: la levadura, el cloroformo y el fertilizante mineral.

En fin, que el espejo es el símbolo por excelencia de la representación de la realidad pues nos ofrece una imagen idéntica, aunque invertida.

Salud, autoestima y vitalidad

En nuestros días, aparte de la importante función que desempeñan esos brillantes objetos en el trabajo odontológico, la “técnica del espejo” es una de las herramientas más usadas también en el campo de la psicoterapia, donde se utiliza en niños, adolescentes y adultos pues tiene la finalidad de contribuir con el paciente para que aprenda a comprender, valorar y trabajar en su propia autoestima, independientemente de la edad que tenga.

Levantarse, mirarse al espejo y darse ánimo; permanecer 5 minutos frente al espejo ordenando las ideas de la jornada; contemplar nuestro reflejo cada noche antes de acostarnos, con cariño, y resaltando en voz alta lo positivo; realizar frente al espejo afirmaciones que promuevan nuestra salud, bienestar y serenidad, son parte de las recomendaciones que algunos terapeutas brindan para que podamos aumentar nuestra energía, fortaleza y seguridad.

Incluso la técnica del espejo se emplea en pacientes con problemas de movimiento -total o parcial – en una extremidad superior. El tratamiento, impulsado en los años 90 por el doctor Vilayanur Ramachandran (n. 1951) neurocientífico indio, abarcó la intervención para el dolor causado por un “miembro fantasma”. Consiste en la colocación de una caja con dos espejos en el centro -uno en cada sentido- para ayudar a paliar la sensación dolorosa que los pacientes experimentan al sentir que tienen un miembro presente a pesar de estar amputado.

Caja espejo, técnica utilizada para tratar el dolor por un miembro amputado (Foto Psicología y Mente)

En materia meramente decorativa, para algunas culturas como la china, los espejos colocados a la entrada de la casa expanden la luz del interior para hacer que la buena fortuna chi se establezca, dando -como es natural- sensación de espacio y energía luminosa.

En cuanto a su importancia para el ánimo, el controvertido psicoanalista francés Jacques Lacan (1901-1981) desarrolló una teoría que dice que nos gustan las personas similares a nosotros, lo que en psicología se conoce como “efecto espejo”. Reflexionar en torno a ese concepto, quizás contribuya a que algunas personas lo piensen bien antes de criticar a sus parejas por características que tal vez sean semejantes a las que ellos mismos tienen.

Finalmente, para quienes gustan de las técnicas de distribución de espacio y decorativas del Feng Shui, tan popular en nuestros días, ni se les ocurra colocar espejos frente a las camas, porque eso es “un llamado a la infidelidad”; tampoco en la cocina o en lugares desordenados y mucho menos, frente a puertas o ventanas porque se estaría dejando ir las energías positivas de la casa.

¿Qué ves cuando te miras al espejo?

Olvidemos los mitos sobre los espejos rotos, la envidia y la maldad. Solo son cuentos magistralmente escritos, viejas leyendas para captar nuestro interés y permear nuestro ánimo.

Antaño, una estricta educación religiosa impartida por personalidades adustas y rígidas hacía creer a la gente que los espejos absorbían lo que reflejaban para usarlo después. Y que mirarse al espejo era signo de vanidad y peligroso, tal y como lo asocian en el famoso cuento de Blancanieves, quien aparentemente fue una princesa bávara del siglo XVIII, María Sofía Margarita Catalina Von Erthal, cuyo padre se volvió a casar en 1743.

La actriz Charlize Teron en su papel de madrastra, en la película “Blancanieves y el cazador” (Foto eCartelera)

En la impactante narración de los Hermanos Grimm, quienes la escribieron en 1812, la madrastra, que recibió un espejo de regalo de manos de su nuevo esposo, favoreció a los hijos de su primer matrimonio. Dicho espejo, aún se puede ver en el Museo Spessart, en Alemania. Pero es solamente un bello objeto histórico.

Hoy sabemos que cuando nos paramos frente al espejo no sólo apreciamos nuestra imagen, sino que dejamos fluir pensamientos y sentimos emociones en relación con lo que vemos. Ojalá éstas sean delicadas y cariñosas…

Recordemos, como lo hemos explicado antes, que hablar frente al espejo beneficia el pensamiento y mejora la capacidad intelectual, razón por la cual debemos seleccionar palabras positivas.

Tengamos presente, que ese simple ejercicio frente a tan sencilla herramienta también facilita la concentración, ayuda a entender y expresar las emociones, contribuye a la resolución de problemas y aumenta el autoconocimiento.

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