- Una visión positiva del deporte “rey” nos permitirá incorporar sus bondades, especialmente en programas comunales que beneficien a niños y niñas a lo largo y ancho del país.
Redacción.- A pesar de que muchos hemos escuchado a los críticos indicar que “el fútbol es el opio de los pueblos” -como también lo han dicho de la religión- lo cierto es que bien canalizado, lejos de generar pasiones negativas, el balompié mueve corazones y voluntades y si se practica desde la infancia bajo la tutela de personas capacitadas, instruidas en la correcta conducción de niños y niñas, resulta ser un facilitador de disciplina, solidaridad, salud física, mental y un estímulo para el desarrollo y la búsqueda de perfección.
A pocas horas del juego que definirá si Costa Rica clasifica al Mundial de Fútbol que se celebrará en Catar desde el 21 de noviembre al 18 de diciembre de 2022, al igual que miles de costarricenses estamos pendientes de todos y cada uno de los acontecimientos preliminares y nuestros corazones han volado -desde ahora- hacia la gramilla donde 11 ticos se sudarán la camiseta para procurar brindarle a nuestro pueblo una satisfacción, una alegría, pero también una vía de escape, tras los problemas que especialmente en los últimos dos años, ha enfrentado la población en materia de salud, economía y confianza ciudadana.
Desde siempre hemos creído en que la clave para que el fútbol coadyuve positivamente con la formación de los más jóvenes, es invertir a lo largo y ancho de nuestro territorio, en escuelas de fútbol, donde se complemente la práctica física con la práctica de valores -indispensables para la vida- como son el respeto, la ética, la dignidad del ser humano, la cortesía y el mutuo apoyo.

También resulta importante para aquellos que no practican el deporte, pero sí son sus aficionados, la conducción sincera y educada de quienes lideran, narran o comentan los eventos deportivos, pues de estos personajes se pueden recibir valoraciones positivas que fructifiquen en una visión más serena y constructiva sobre entorno y en relación con las figuras que dan vida a la competición.
Recordemos que para millones de personas la posibilidad de disfrutarde los eventos deportivos, no solo acudiendo al estadio, sino también a través de la radio, del Internet o de la televisión, les permite utilizarlos como “catalizadores emocionales positivos” donde soltar, por ejemplo, todo el apremio detrabajos estresantes, responsabilidades económicas e incluso de las restricciones derivadas de lalarga pandemia deCovid-19. Y por supuesto, el ejemplo que figuras destacadas puedan brindar es vital. Tal es el caso de nuestro portero estrella Keylor Navas quien sabemos ha estimulado y promovido en muchas personas jóvenes el deseo de emular no solo sus capacidades bajo los palos sino también su manera serena, confiada y respetuosa de ver la vida.

Como bien lo han señalado alguna vez antropólogos y otros especialistas, no hay aún otro deporte en el mundo y mucho menos en nuestra región que despierte tantas pasiones y genere tantos sentimientos ambivalentes de alegría o tristeza, como el fútbol, que ha llegado a influir en el estado de ánimo de los latinoamericanos desde hace muchísimos años.
En realidad, lo mismo en la cancha que en la tribuna o desde nuestras casas y espacios de trabajo, paralizados ante un juego importante, todos nos hermanamos emocionalmente al menos durante 90 minutos, en los que, sin diferencias, nos imbuimos en el fútbol.
Es innegable que un partido de fútbol tiene la capacidad de transformar las diferencias que muchas veces se establecen en la vida cotidiana, siempre y cuando la dinámica mantenga las normas que rigen cualquier actividad social, y que son aplicables a todos por igual.
El deporte, como dijera Kofi Annan, “es efectivamente unlenguaje universal, no sólo de integración sino tambiénde educación y compromiso”.
Nelson Mandela, gran líder de masas, señaló que “el deporte tiene el poder de cambiar elmundo…de inspirar…crear esperanza donde antes solo había desesperación…”
El pensamiento de Mandela se hizo efectivo y motivó la labor deLaureous Sport for Good una fundación que apoya el desarrollo de alrededor de 160 programas deportivos comunales en más de cuarenta naciones.
También la Unesco ha recalcado que el deporte es un instrumento eficaz para alcanzar la paz y el desarrollo sostenible, sin importar fronteras geográficas ni diferencias sociales y por ello, en la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible reconocen “que contribuye cada vez más a hacer realidad el desarrollo y la paz promoviendo la tolerancia y el respeto, y que respalda también el empoderamiento de las mujeres y los jóvenes, las personas y las comunidades, así como los objetivos en materia de salud, educación e inclusión social.”
Tenemos ahí entonces, una importante clave para que nuestro país despierte del letargo y promocione la formación de personas más saludables, íntegras y luchadoras.
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