Heriberto Valverde Castro
Medios de comunicación y periodismo
Los medios de comunicación nacieron como entidades de servicio. Pero con el tiempo se convirtieron en empresas de lucro cuya materia prima es la información.
Alguna de esa información es recopilada, ya sea mediante procesos de investigación y construcción (deconstrucción de la realidad) que culminan en una noticia, o simplemente recibiéndola de fuentes interesadas en su difusión. De esta última hay dos fórmulas, una que corresponde a las noticias, ejercida por ejemplo con los famosos comunicados de prensa u otras vías semejantes, otra que corresponde a la propaganda, sobre todo en la forma de publicidad, sustento financiero de su funcionamiento y generador de dividendos que convierten a los medios en empresas comerciales o de lucro.
Pero los medios no tienen como única misión informar, también son instrumentos de diversión y entretenimiento; y en todos los casos cumplen una tarea de formación y hasta educativa, de manera complementaria a la que realizan la familia y la escuela, y a veces incluso sustitutiva de esas instituciones.
En un periódico lo primordial es la noticia, pero se complementa con el entretenimiento. Igual sucede con un noticiario radial o televisivo, o con las publicaciones noticiosas que se dan hoy en las redes sociales.
Como empresas los medios de comunicación requieren de personal: gente de variadas condiciones, oficios y responsabilidades que cumplen las diferentes funciones del medio. Si se trata de un medio noticioso, el peso primordial recae en quienes cumplen labores informativas, desde el director y editores, hasta fotógrafos, camarógrafos, diagramadores, sonidistas y otros, y por supuesto los periodistas o reporteros. Pero con el tiempo, otros funcionarios, y de manera particular los gestores de publicidad, han ganado terreno e importancia en el funcionamiento empresarial. Hoy día hay empresas de comunicación en las que el departamento de publicidad es mucho más grande y de mayor injerencia en el funcionamiento del medio que la sala de redacción. Esa creciente preponderancia de la publicidad sobre lo periodísticos es notoria cuando observamos a periodistas alternando tareas informativas y propagandísticas en un mismo espacio.
Y por otro lado muchos medios (sobre todo los llamados regionales) en los que, como en las escuelas unidocentes, el periodista tiene que hacerlo todo y fungir como director, reportero y gestor de publicidad. Y aquí se repite el fenómeno apuntado pues buena parte del tiempo y de los esfuerzos del periodista, para mantener a flote el medio, deben ser dirigidos a la búsqueda de anuncios (publicidad), a veces en detrimento del trabajo periodístico.
¿EL MEDIO O EL PERIODISTA?
A mucha gente le resulta difícil diferenciar al periodista del medio para el que trabaja. Eso viene principalmente del hecho de que durante mucho tiempo en los periódicos las notas informativas eran publicadas sin que apareciera el nombre del periodista responsable. Incluso en la radio no se acostumbraba identificar la voz del reportero. Con el reporterismo televisivo las cosas cambiaron, las noticias adquirieron rostro y el fenómeno se trasladó a la radio y a los periódicos donde los colegas demandaron su identidad.
Paralelamente, dependiendo tanto de la fuerza que tenga en su presencia social el medio, como del carácter y la preponderancia del trabajo del periodista, puede darse un mayor o menor reconocimiento social del reportero o del medio en detrimento de aquél.
Aun cuando lo ideal es que haya una coincidencia entre el periodista y el medio al que sirve en cuanto a estilos, formatos y posiciones ante sus públicos, lo cierto es que eso no debe conducir nunca ni a una anulación del periodista por el medio ni a una falta de entrega profesional de aquél para éste. Hay que tener en cuenta que un medio es algo muy complejo, con intereses diversos y a veces no lo transparentes que se debiera; en el que inciden y participan muchas fuerzas y elementos, uno de ellos es el aporte del periodista. Por tanto no es válido pretender una total coincidencia entre uno y otro.
DE LA BICICLETA AL IPHONE
Es famoso el anuncio de algún periódico del siglo pasado en el que se decía que necesitaban un reportero y el requisito era que tuviera bicicleta. Aparte de lo folclórico del aviso, éste refleja la realidad imperante para entonces en la práctica del periodismo y también el nivel de exigencia de la sociedad de entonces. Todavía a finales de la década de los sesenta, cuando surgieron a la vida nacional la Escuela de periodismo de la UCR y el Colegio de periodistas, la gran mayoría de reporteros eran lo que se denominaban empíricos, es decir, sin formación académica en el campo de la comunicación, y a la par de ellos estaban los periodistas que eran profesionales en otros campos como Derecho, Historia, Letras y otros. En uno y otro caso tuvo el país gente muy valiosa que cumplió a cabalidad las tareas periodísticas y elevaron al periodismo a altos estándares de reconocimiento social. Y también habría seguramente los que lo denigraron.
El advenimiento de la formación académica fortaleció el ejercicio periodístico en el país. La incipiente Escuela contaba con un cuerpo de profesores de alta calidad y aun cuando los niveles de exigencia nunca fueron muy altos, en general se contó con una buena formación y al interior de los medios se promovía la competencia profesional con miras a la mejora. Estas características se mantuvieron durante las restantes décadas del siglo que terminó con un periodismo de buen nivel y que, en términos generales, gozaba de prestigio y legitimidad sociales.
Eso explica que, todavía hoy, la credencial de periodista abra puertas y accesos que resultan privilegiados y lamentablemente no siempre utilizados de manera responsable.
EL NUEVO SIGLO Y EL NEOPERIODISMO
A finales del siglo ya existían varias universidades que brindaban en su oferta académica la carrera de periodismo. Algunas de ellas de cuestionada calidad. En pocos años la producción de profesionales en periodismo graduados de las nuevas escuelas superaron en número a la de la Escuela de ciencias de la comunicación colectiva de la UCR que, dicho sea de paso, también se sumó al declive cualitativo de la educación del país en general y en la formación de profesionales en particular. La competencia profesional en el ejercicio del periodismo vino a la baja, agravada además por la crisis vivida por la mayoría de los medios tradicionales e incluso la desaparición de algunos de ellos. La generalizada queja social por la baja calidad del periodismo ha venido tomando cada vez más fuerza y justificación. Pero resulta que, irónicamente, esta misma sociedad legitima, y hasta celebra cuando le conviene, el ejercicio periodístico de cualquier advenedizo.
En las causantes de lo anterior hay que sumar al menos cuatro hechos. Uno fue el fallo de la Sala Constitucional que, aun cuando no de manera plena en el fondo, sí en la forma y los efectos, terminó con la obligatoriedad de los periodistas de asociarse al Colegio de periodistas para ejercer la profesión.
Hoy cualquier hijo de vecino hace de periodista, ya no requiere tener bicicleta, con un buen celular y algunas “patas” le es suficiente.
Otro, derivado en parte del anterior, es la crisis económica y profesional de los medios que han abaratado sus costos de funcionamiento, sacrificando salarios, herramientas y personal profesional y con ello la calidad de sus productos noticiosos.
El tercero es la aparición de las redes sociales con las nuevas tecnologías que “democratizaron” las herramientas periodísticas. Hoy todo mundo cree que puede hacer periodismo, y técnicamente lo hace, pero sin el sustento académico y el rigor ético propios de la profesión. Lo peor es que muchos periodistas graduados universitarios ejercen ese tipo de periodismo con semejantes carencias.
Y el cuarto es la apabullante injerencia de la publicidad manejada con criterios economicistas, de puro mercado, sin ningún referente al bien general y al interés social. Así, con espanto vemos que ese periodismo mediocre e irresponsable cuenta con apoyo publicitario a veces incluso proveniente de empresas que se jactan de su responsabilidad social y peor aun, como para llorar, a veces provenientes de los presupuestos de instituciones del Estado. Mientras el periodismo serio y de calidad, subsiste a duras penas, incluso mendigando favores.
Lo anterior nos lleva a otro referente de la realidad nacional, el círculo vicioso que se da por la relación entre el funcionamiento social y los medios de comunicación. La caída cualitativa que vive el país desde hace varias décadas, en muchos campos y en particular en la educación, ha afectado al periodismo, otrora guía del país, y que hoy ha perdido fuelle y sustento para hacer que los medios colaboren con salidas a esa problemática nacional, y más bien se ha convertido en multiplicador y en algunos casos acelerador de la crisis.
PRENSA CANALLA
Así las cosas, como suele suceder, en la búsqueda de culpables, algunos líderes populistas han encontrado terreno fértil en el descontento popular con los medios y con el periodismo, para centrar en ellos las responsabilidades de los males nacionales, amenazando de paso su normal quehacer que, como lo ha sido a lo largo de la historia, resulta fundamental para el debido funcionamiento de nuestra democracia y sus instituciones.
Con ello ciertamente desvían el foco de atención a los verdaderos responsables de la crisis, y de paso le hacen un gran daño al país.
CONCLUSIÓN
Los medios y los periodistas tenemos nuestra cuota de responsabilidad en lo malo y en lo bueno que ha pasado y pasa en este país.
Nuestra sociedad, las instituciones e instancias responsables, descuidaron sus responsabilidades en materia educativa en general, en particular en la formación de profesionales y en especial de los periodistas; además, como en el caso de la colegiación obligatoria, le dieron la espalda al Colegio de Periodistas.
Los resultados están a la vista y ya pasaron la factura.
La salida no es asumir poses dictatoriales imponiendo epítetos descalificadores y mucho menos poniendo trabas a las tareas de la prensa. Eso agravaría las cosas y favorecería a quienes se han nutrido del bien social sobre todo a través de prácticas corruptas, pues no tendrían el contrapeso de una opinión pública debidamente informada.
La verdadera salida demanda primero que nada un “mea culpa” de periodistas y medios de comunicación, y a partir de allí, en una relación sustentada en la ética y la buena fe, un trabajo consensuado del ministerio de Comunicación con los medios, las escuelas de periodismo y el Colegio de Periodistas Y CON LAS INSTITUCIONES Y EMPRESAS PUBLICITARIAS (porque quien paga la orquesta manda el baile), para recuperar la credibilidad del periodismo y de los medios por la única vía que hay: la recuperación de la obligada calidad de sus servicios.
17Damaris Marin, Braulio Vega Guzmán y 15 personas más
8 comentarios
Me gusta
Comentar
Compartir
Agregar comentario