Visión CR

Ciencia y Religión: ¿Rivales o compañeros de viaje?

Mario Granados Chacón

Doctor en Educación

“…La fe, por tanto, no teme a la razón,

sino que la busca y confía en ella…”

JUAN PABLO II

La presencia de un pensamiento complejo marcará el camino que nos ha de transportar a la construcción de nuevos tipos de racionalidad como punto de afinidad y concordancia de todas nuestras calidades humanas: espiritualidad, emocionalidad, racionalidad, estética, etc., permitiendo nuevas maneras de pensamiento y conocimiento, en beneficio del bienestar colectivo e inclinado hacia un cambio de conciencia.

En el apuntado contexto, según afirma el sacerdote jesuita y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, Javier Monserrat (1947), “…Las relaciones entre ciencia y religión se pueden enfocar desde tres puntos de vista: histórico, epistemológico y sociológico. La primera pregunta que se plantea es si son entre sí compatibles o incompatibles. Dentro de la compatibilidad se puede destacar su autonomía y desde ella el diálogo y la complementaridad…” Aunque también, debemos tener en cuenta las palabras del biólogo colombiano Hernando García Martínez ( ) , Director del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, en Bogotá, Colombia, al indicar que “…que la ciencia no es una verdad absoluta, pero puede informar un debate, y dar una base muy robusta para una discusión social…” 

Las visiones de nuevos paradigmas  nos inclinan a establecer que la dicotomía entre ciencia y religión, ha quedado atrás conforme tuvieron vigencia a la luz de los razonamientos de la modernidad. Ambas proceden más bien de una unión natural – como dos vías complementarias -en el camino de la construcción de  una nueva conciencia cosmológica integral. En tal dirección, tal como afirma el historiador, educador y periodista ecuatoriano Javier Collado Ruano( )”…Mientras que la primera nos sitúa racionalmente como ciudadanos y ciudadanas de un pequeño planeta de un sistema solar periférico a la Vía Láctea; la segunda vía promueve el desarrollo espiritual de una conciencia posmoderna que nos permite sentir psicosomáticamente la interdependencia de los fenómenos cósmicos, biológicos, ecológicos y antropológicos que nos trascienden como especia distinguida de la coevolución en la Gran Historia…” 

Las sociedades contemporáneas inmersas en el desarrollo acelerado de la tecnología, se encuentran resueltas entonces por alcanzar la formación de ciudadanos pensantes, críticos, creativos dispuestos a ejecutar reflexiones, consideraciones y abstracciones complejas y no dogmáticas, competentes y con plena capacidad de prestar atención a ese deseable entorno total y con absoluta conciencia del presente.  En consecuencia, es ineludible y necesario considerar una nueva actitud – cristalina, inteligente y tolerante – hacia una vida completa, en una convivencia transformadora, caminando con apertura y con libertad, bajo la plena certeza de que la humanidad debe ocupar una posición protagonista en el drama creativo universal, como únicos herederos responsables de nuestro destino y del destino del planeta que compartimos.

En tal sentido debemos mencionar – como evidente muestra de lo afirmado – que cada vez encontramos más evidencias que señalan que el Budismo ejerce una importante influencia en la ciencia moderna, en especial a partir de dos niveles: por una parte, la investigación detallada del estudio de la mente y por otra, el impacto de la filosofía budista en la física. En los últimos años, un amplio y apreciable desarrollo en la neurociencia, al concurrir una variedad de disciplinas para investigar la naturaleza del conocimiento, la emoción y la acción y el efecto de las mismas en la vida diaria de las personas, constituye un importante elemento a ser tomado en cuenta. 

La filosofía budista ha sido en tal contexto un importante vehículo para estrechar lazos con la propia mecánica cuántica, área compleja y fascinante de la ciencia actual, en donde el diálogo se ejecuta en una interacción en ambas direcciones. Quizás los propósitos científicos difieran de alguna forma con los del propio budismo, no obstante ambos aumentan nuestro conocimiento con el que inevitablemente, se amplía nuestra comprensión.

Serán entonces la dimensión espiritual y la dimensión material de la vida“…¿rivales, desconocidos o compañeros de viaje?…”, como lo consideró el físico nuclear y teólogo jesuita estadounidense, nacido en China, Ian G. Barbour(1923-2013), en su obra Templeton Prize for Progress in Religion (1999),precursora contribución al estudio de las relaciones entre ciencia y religión.  No existe problema – señaló – aunque tampoco interacción constructiva entre ambos dominios, por lo que podemos concluir que cada una – ciencia y religión – tienen sus propios métodos y su lenguaje genuino.

Por eso, para Barbour resulta muy importante utilizar una tipología para el análisis de estas interacciones: “…conflicto, independencia, diálogo e integración…”   Seamos conscientes de igual manera, en reconocer que lo que otorga realidad y sentido esencial a la vida religiosa del creyente se manifiesta a través de la espiritualidad. Sin esta última, la vida religiosa será sólo apariencia, en otras palabras un vacío de lo divino.

Potencialmente de este modo, podríamos examinar de nuevo las clásicas preguntas de siempre – seguramente con más conocimiento y con menos prejuicios y obsesiones con que lo han hecho generaciones anteriores – como razón y ser de una nueva espiritualidad: ¿De dónde venimos?, ¿Quiénes somos? y ¿Hacia dónde vamos? O bien -como una adaptación a nuestros tiempos – al decir del historiador israelí Yuval Noah Harari (1976),“…¿quiénes somos?, ¿Qué debemos hacer en la vida? ¿qué tipo de talentos necesitamos?…”

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