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Día mundial de los refugiados: Quien sea. Como sea. Cuando sea…

Adriana Núñez, periodista Visión CR

El “Día Mundial de las Personas Refugiadas” se festeja cada 20 de junio desde que en el año 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas acordó conmemorar esta fecha, especialmente para que los pueblos del mundo reflexionen en torno a las causas y efectos de la condición de refugio en que viven miles de familias y también para motivar a las distintas sociedades a desarrollar campañas y educar “en la defensa de los derechos de los hombres, mujeres y niños que se han visto obligados a huir de su hogar, porque temían por su vida, su seguridad o su libertad”.

Es un día en el cual se pretende que la sociedad civil examine a conciencia el valor de la la solidaridad y la responsabilidad que como naciones tenemos con todas las personas refugiadas. “También se pretende sensibilizar a la sociedad sobre los más de 100 millones de personas refugiadas, desplazadas y apátridas que existen en el planeta”. Con la lamentable situación de Ucrania, esta cifra va en aumento día con día, pues de acuerdo con la información suministrada por  la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) más de tres millones de ucranianos han debido desplazarse por motivos de seguridad y porque lo han perdido todo.

Según lo ha señalado la Agencia de la ONU para los refugiados, conocida por sus siglas como ACNUR, “todas las personas del mundo tienen derecho a buscar protección, sin importar quiénes sean, de dónde provengan ni cuándo hayan tenido que huir.”

Nuestro país ha acogido en distintas épocas a centenares de refugiados por causas diversas; de acuerdo con la ONU, ya en 2019 vivían en nuestro suelo alrededor de 418.000 inmigrantes, lo cual suponía un 8,23 por ciento de la población. 

Entre las “oleadas” de personas que han llegado a Costa Rica -aunque no todos se han quedado permanentemente- podemos citar: la gran cantidad de cubanos que arribaron a nuestra nación en los años 60 y más adelante en los 90, huyendo de la persecución política de la dictadura de Fidel Castro y con el objetivo de que sus familias pudiesen vivir en democracia y paz.  En los años 70 y 80, ciudadanos de nacionalidad chilena y argentina también arribaron a nuestro territorio en busca de mejores condiciones de vida. Entre ellos maestros, intelectuales, artistas.

Miles de personas han encontrado en Costa Rica el sitio seguro donde vivir en paz. El asilo es un derecho humano (Foto: archivo)

También a principios de los años 90 comenzaron a llegar numerosos grupos de trabajadores agrícolas integrados mayoritariamente por nicaragüenses quienes sumidos en la más absoluta pobreza y a falta de oportunidades en su país natal, buscaban hallar el sustento familiar. No podemos dejar de resaltar específicamente la influencia de esa inmigración nicaragüense en Costa Rica, fenómeno de larga data histórica que se remonta también a la colonia y que usualmente se atribuye a los desastres naturales y conflictos bélicos que han azotado a la hermana nación y que aún hoy, lo siguen haciendo.

Más adelante, desde Sudamérica se nos han sumado ciudadanos ecuatorianos, colombianos y venezolanos, así como de varios puntos del Caribe.

Costa Rica crisol de culturas

Desde la época precolombina, nuestra tierra se constituyó en un puente no solo para el tránsito de productos sino también para el intercambio comercial y cultural. La influencia -por ejemplo- de los artesanos mayas procedentes de México y Guatemala en la zona norte de nuestro país, ha quedado debidamente documentada no sólo en el arte y costumbres adoptadas por los pueblos autóctonos, con los cuales se produjo una importante fusión, sino también en vestigios plasmados en artefactos hallados en distintos sitios arqueológicos de nuestra región, que se exhiben en los museos y han sido consignados en investigaciones  y obras publicadas.

Así también en la época colonial, la llegada de españoles que huían del hambre y la guerra en el Viejo Continente constituyó el flujo migratorio más numeroso e importante que recibió históricamente Costa Rica.

Otro caso, el de la inmigración china a nuestro país, también ha sido analizado en distintos trabajos, incluyendo el estudio titulado: “La minoría china en Costa Rica”, escrito por doña Hilda Chen Apuy (1923-2017), investigadora y académica quien la enlazó “con la construcción del ferrocarril al Atlántico en el último cuarto del siglo diecinueve”.

Cómo debemos actuar

Según Amnistía Internacional (AI), los países más poderosos, “escondidos tras sus fronteras cerradas y temerosos de verse inundados, permiten por conveniencia que otros países más pobres, principalmente de Oriente Medio, África y el sur de Asia, acojan a un increíble 86 por ciento de todas las personas refugiadas. Además, haciendo caso omiso de la mayoría de las peticiones de ayuda humanitaria, dejan a los organismos de la ONU tan en bancarrota que ni siquiera pueden ya proporcionar alimentación suficiente a muchos de ellos”.

Las naciones más poderosas deben contribuir económicamente con los programas y organizaciones de atención a refugiados y migrantes. (Foto Laura Rodríguez UCR)

Por tales razones, la organización ha propuesto medidas que se resumen en 8 grandes acciones que cualquier nación puede implementar, con voluntad política e interés por el prójimo:

1. Abrir rutas sin riesgos a un lugar seguro a las personas refugiadas. Este medida supone permitir que las personas se reúnan con sus familiares y proporcionarles visados para evitar riesgos a la vida.

2. Reasentar a todas las personas refugiadas que lo necesiten, una solución esencial para los refugiados más vulnerables entre los que se incluyen aquellos con problemas médicos.

3. Dar prioridad a salvar vidas. Nadie debería haber muerto cruzando una frontera. Por ello se debe invertir en operaciones de búsqueda y salvamento y prestar de inmediato ayuda a las personas en dificultades

4. A las personas que huyen de persecución o de guerras se les debe permitir cruzar las fronteras tengan o no documentos de viaje. Obligarlas a retroceder no hace más que forzarlas a tomar rutas más peligrosas

5. Todos los países deben investigar y enjuiciar a las bandas de traficantes que explotan a las personas refugiadas y migrantes, y poner su seguridad por encima de todo lo demás

6. Los gobiernos y la sociedad en pleno deben dejar de culpar a las personas refugiadas y migrantes de sus problemas económicos y sociales y, en lugar de ello, combatir todas las clases de xenofobia y discriminación racial

7. Mientras exista la ONU, los países ricos deben cumplir sus promesas de proporcionar fondos para la ayuda a las personas refugiadas allende sus fronteras. Esta posición se debe defender en los estrados correspondientes

8. El mundo tiene muy poca memoria. Tras la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los países acordaron proteger a las personas refugiadas por medio de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y de organismos de la ONU como ACNUR. Las vallas de alambre de espino, los muros y la falta de fondos han hecho añicos esa visión de un mundo mejor

Cada país aplica sus propias reglas, pero ellas no pueden distanciarse de la necesaria atención humanitaria a quienes, en un momento de total desamparo y fragilidad, más lo requieren; independientemente de su origen, raza, credo, sexo, edad o condición. El ASILO es un derecho humano.

Empecemos por decir no a la xenofobia y a entender que solo poniendo cada uno un grano de arena y haciendo conciencia de que el problema de los millones de refugiados del mundo, dispersos en mayor o menor cantidad, en casi todas nuestras naciones, solo se resolverá defendiendo la justicia social, el equilibrio financiero y la búsqueda de paz, concordia y solidaridad entre seres humanos.

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