Visión CR

¿Remedio o veneno?

 Desde que el hombre pasó de ser mero cazador y recolector de alimentos, para convertirse en agricultor o pastor de rebaños, ha pasado mucha agua debajo del puente.

Al buscarse una maximización del uso de la tierra, tuvo que darse un cambio de la práctica del autoconsumo a las explotaciones intensivas de los cultivos, lo cual implicó grandes modificaciones.

Ya no era solamente el arado manual o apoyado en bueyes o caballos, sino también el uso de máquinas y tecnologías cada vez más sofisticadas. Inclusive se dio el inicio de técnicas como el riego por goteo o la misma hidroponía, desarrolladas en invernaderos.

Lo cierto es que la necesidad de contar con alimentos frescos y nutritivos, ha empujado a la humanidad a buscar las mejores formas de satisfacer esas demandas alimentarias a un ritmo cada vez más creciente.

El precio que se ha tenido que pagar es muy alto, porque con el aumento de la población y los requerimientos alimentarios, ha aumentado igualmente la necesidad habitacional. Esto ha acelerado la expansión de la mancha urbana, como ha ocurrido con San José y sus ciudades circunvecinas: Heredia y Alajuela dentro de la GAM (Gran Área Metropolitana), que están en los mejores suelos del país y con un clima envidiable.

En nuestro país, si bien hemos tenido notables avances en la actividad agrícola, al punto de haber sido autosuficientes, lo cierto es que hemos abusado de la aplicación de sustancias agroquímicas y especialmente de los plaguicidas.

Veamos este dato aportado por el Servicio Fitosanitario del Estado (SFE) del MAG. En el período 2012- 2022 el promedio de uso de los plaguicidas fue de 34.45 kilogramos por hectárea, cuando la media mundial es de 11.5 kg/ha, es decir, ¡menos de la mitad de lo que aplicamos en Costa Rica!

Ahora bien, ¿cuáles son los agravantes de semejante desproporcion en el uso de estos biocidas? En el criterio del Representante Residente del PNUD en Costa Rica, Kifah Sasa, son tres los efectos negativos: la esfera fiscal, la esfera económica y la salud pública. En el primer caso, por la errónea decisión del Estado de aplicar exoneraciones fiscales, el país pierde una gran cantidad de dinero, como ocurrió en 2018, cuando por esta medida dejamos de percibir unos $22 millones de dólares.

En la esfera económica, al aplicar más de lo debido (según las normas internacionales), el productor debe desembolsar más dinero por estas moléculas y es dinero que se pierde.

Estamos gastando más de $9 millones de dólares por año en el escenario de la salud pública, ya que tanto la CCSS como el INS deben atender a pacientes con dolencias provocadas por esta situación, preparar incapacidades y cubrir otros costos asociados al elevado consumo de plaguicidas.

El PNUD con su oficina en Costa Rica, espera que el nuevo Gobierno de la Administración Cháves Robles pueda aprovechar esta oportunidad de oro, para enmendar las anotadas incosistencias que se han manenido por años.

Lo más irónico de este panorama es que nuestro país se promociona en el exterior como un destino verde y como una meca mundial del ecoturismo, por poseer un 4% de la biodiversidad del Planeta y con casi un tercio de su territorio con áreas silvestres protegidas. Sin embargo, estamos dentro del nada envidiable grupo de naciones que abusa de la aplicación de moléculas, para potenciar la productividad del agro.

Por supuesto que hay una corriente mundial de agricultura orgánica, sostenible, resiliente o amigable con el medio ambiente, que promueve y practica el desarrollo de vegetales, frutas y flores sin sustancias químicas, pero que al ser de tanto cuidado y atención personal, resulta más costosa; funciona más a pequeña escala en clara oposición a la agricultura intensiva que echa mano de sofisticadas formas de producir y en grandes extensiones de tierra.

En  nuestro pais, las grandes fincas de café, banano, cacao o piña, reciben por año buenas dosis de biocidas para controlar la roya, la sigatoka, la monilia o diversas clases de insectos, caracoles y babosas, respectivamente. Desde el punto de vista de la agroecología este es uno de los grandes problemas de los monocultivos, que al no tener vegetación diferente asociada, es fácil blanco de plagas y enfermedades.

El primer paso, para ir revirtiendo estos sinsentidos, es controlar más y de mejor forma, las dosis de aplicación de los biocidas en estos cultivos; segundo, velar por la protección de los empleados de estas plantaciones para cuidar de su salud personal; tercero, verificar la inocuidad de los productos agrícolas de venta en los mercados nacionales y por último, pero no menos importante, educar a la ciudadanía en estos temas, por ejemplo, como se ha venido  haciendo con las fechas de vencimiento de los diferentes productos de venta para el gran público.

Definitivamente tenemos que mejorar en este campo y poder mostrarle al mundo que así como hemos tenido visión y praxis para proteger nuestra biodiversidad, somos capaces de asumir este reto con la responsabilidad del caso. No se debería de esperar menos.

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