Visión CR

La Web del Bosque

Mario Granados Chacón

“…Hágase tu voluntad, así en la Tierra como

en el Cielo…”

PADRE NUESTRO

Se ha estimado que las plantas compuestas de muchas células, existen desde hace 800 millones de años, originando su evolución biológica, primero cubriendo rocas cercanas a los mares y las aguas, más tarde – con una menor necesidad de agua – empezando a crecer y a desarrollar distintas formas.   La sobrevivencia de las mismas dependió de su facultad de protegerse de la radiación ultravioleta y del desarrollo de esporas y más tarde semillas  – que marcan el comienzo y el final del ciclo natural de las plantas – y que han permitido su amplia dispersión.

Hoy conocemos que las plantas utilizan señales químicas y electrónicas con el fin de coordinar distintas respuestas a su entorno, a partir de ciertos hongos en ingeniosa y penetrante simbiosis con las plantas del bosque. Es por eso -cuando las células de las plantas se dañan– tienen  la capacidad de liberar fragmentos de proteínas detectables por plantas que la rodean.

Se ha dicho –también- que dicha capacidad funciona como una especie de sistema de vigilancia vecinal, desplegando fundamentales respuestas inmunes o cualquier tipo de defensa. Asimismo, pueden localizar y determinar polinizadores liberando químicos para su atracción, convirtiéndose por tanto en comunicadores sumamente complejos.

Resulta importante entonces, traer a colación el micelio o micorriza en el tanto los cuerpos vegetativos de casi todos los hongos están constituidos por hifas. Estas últimas, crecen con mucha rapidez en el ápice, surgiendo una maraña o ramificaciones de hifas a lo que – como dijimos – llamamos micelio.

De la misma forma –visto desde otra perspectiva- el micelio conforma un hongo que se expande por debajo del suelo creando una extensa red de conexión entre todas las especies vegetales – tal como ocurre en la Internet, lo cual no solo les permite comunicarse, sino también –al mismo tiempo- cuidarse, protegerse, alimentarse  y abastecerse de agua.

Una super autopista biológica oculta bajo la superficie y enredada en las raíces, que supedita a los miembros del reino vegetal y a lo que algunos estudiosos han llamado la Web del Bosque. Necesariamente, al talarse un árbol del bosque por ejemplo – el mencionado micelio – comunica al resto de vidas vegetales, que un miembro de la comunidad sufre y agoniza. En aquel momento, los demás árboles – a través del micelio – cuidan del tronco abatido procurando salvar su vida.

De esta manera, como miembros solidarios de la familia del bosque, socorren y alimentan al moribundo, le proporcionan agua, lo protegen. Por otra parte y en otras asombrosas labores, esta red de hongos permite que las plantas se apoyen unas a las otras en el florecimiento y el crecimiento. Un estudio realizado por el especialista chino en agricultura Ren Sen Zeng (  ) de la Universidad Agrícola de China Meridional, ha podido demostrar que mediante la mencionada y asombrosa interconectividad – de igual forma–pueden advertirse mutuamente de daños potenciales

¿Podríamos imaginar entonces un bosque como un solo superorganismo en lugar de una agrupación de individuos?

La Tierra a la que los griegos llamaron Gaia  – la grande y buena Madre – ha formado un sistema único, un super organismo vivo, orgánico y dinámicamente equilibrado emanado de un extendido y complejo proceso universal. En otras palabras simplemente la Tierra se comporta como un conjunto de órganos que constituyen un ser vivo.  Dicha tendencia nos ha colocado en la senda de un cambio de modo de pensamiento, señalando una novedosa forma de observar el modelo de dinámica planetaria, orientando el énfasis en la interrelación e interdependencia de todos los fenómenos, así como en la importancia activa de todos los seres vivientes en el proceso cíclico y constante de la naturaleza

Esta última se comporta sabiamente, quedando aún muchos misterios por desvelar, siendo el lenguaje de las plantas mucho más complejo de lo que se pensaba. Gran lección para la humanidad: todo tiene un lenguaje y este es un lenguaje universal. El todo es más que la suma de las partes

¿Estaremos en presencia – de nuevo – de esa fuerza inteligente que preside la naturaleza en su espectacular danza autopoiética de la que hablábamos en algún artículo anterior? Todo parece indicarnos que sí.

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