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Roberto Valldeperas: Un valiente olvidado

Fernando Fernández, Director Visión CR

“Sobre una pequeña colina, en la antigua entrada a El Amo, una cruz blanca señala el lugar donde, en la trágica noche del 21 de enero de 1955, caen en forma inexplicable Roberto Valldeperas, Danilo Salas y Omar Hernández”. (Miguel Acuña, historiador).

A la fecha no se sabe quién o quiénes giraron la orden para emboscar el camión donde viajaba Roberto Valldeperas junto a un grupo de compañeros combatientes, y se cierne aún una enorme interrogante sobre las acciones ordenadas por el Comando Central del triunfante Estado Mayor de aquel entonces.

Antes de repasar los acontecimientos e hipótesis sobre este hecho que cobró la vida de “Beto” Valldeperas y dos compañeros combatientes más aquella trágica noche del 21 de enero de 1955, repasemos rápidamente quien fue este “valiente olvidado”.

Roberto Valldeperas Escalante nació en San José el 13 de enero de 1922.

Hijo de Luis Valldeperas Llura y Raquel Escalante Roldán, cursó estudios primarios en la Escuela América (actual escuela Juan Rafael Mora) y realizó su secundaria en el colegio Seminario.

Desde muy joven, Valldeperas se distinguió por su inquietud hacia los problemas sociales de nuestro pueblo y su amor apasionado por la tierra y sus campesinos.

En la década de los años cuarenta, Valldeperas brindó su ayuda incondicional a familias de escasos recursos en la región de San Marcos, Santa María de Dota y zonas aledañas. Allí, además de brindarles ayuda legal para la defensa de sus tierras, ayudó a los vecinos a construir sus viviendas y abrir caminos entre las montañas, convirtiéndose en el hombre de confianza de los habitantes de esa región.

A los 26 años, su idealismo lo lleva a participar en la guerra del 48, junto a su amigo Frank Marshall Jiménez, en el Batallón de El Empalme, donde, juntos, toman San Isidro y triunfan en la histórica batalla de El Guarco.

Tras los sucesos del 48, Roberto Valldeperas volvió a la montaña y entre 1949 y 1952 participó activamente en la construcción del camino que une a las localidades de División y Savegre.

El exdiputado Juan Muñoz Valverde, hijo ilustre del cantón de Pérez Zeledón, admitió en cierta ocasión que Roberto Valdeperas no sólo luchaba en los campos de batalla: “conoció otras luchas más titánicas y viriles en torno a la lucha del trabajo. Sus musculosos brazos labraron la tierra y abrieron montaña”.

Junto a los campesinos a quienes siempre quiso, abrió aquella trocha entre la selva, la cual lleva simbólicamente su nombre  6 que va desde la carretera Interamericana sur, entrada a Divisón, hasta los pueblos de Santa Eduviges, Santo Tomás y Los Ángeles de Pérez Zeledón.

Y cuando apenas se abría la Interamericana Sur, adquirió tierras, montaña adentro, en la región. Una parte de la finca por medio de un intercambio de tierras entre Luis Morice y Armando Echeverría, y la otra parte mediante título posesorio, que abarcaba parte de la finca y colindaba con el Cerro de la Muerte, con linderos naturales de las nacientes de los ríos Jaboncillos y Zacatales.

La invasión del 55 y la muerte de Valdeperas

En enero de 1955, cuando se produjo la nueva invasión calderonista procedente de la Nicaragua de Somoza y con el apoyo de los dictadores de Venezuela y República Dominicana, Marcos Pérez Jiménez y Rafael Leonidas Trujillo, Frank Marshall retomó las armas. En esta oportunidad al frente del batallón de la Unión Cívico Revolucionaria (UCR), partido político que fundó el 15 de septiembre de 1951.

Frank Marshall

Según narra el historiador Miguel Acuña en su libro El 55: ¡te mataron hermano!, al tenerse noticia de la revuelta, se hizo un llamado a todos los miembros del partido Unión Cívico Revolucionario, creado por Marshall, y en cuestión de dos día se logra reunir a más de 300 combatientes que fueron organizados por Carlos Gamboa, Alfredo Mejía, Francisco Sánchez, Óscar Saborío y Roberto Valldeperas.

El 20 de enero de 1955, las tropas que comandaba Marshall tomaron posesión de La Cruz y procedieron a ocupar los puntos estratégicos para controlar los caminos que conducen a Puerto Soley y la frontera.

Marshall ordenó no hacer fuego contra el enemigo que huía hacia Nicaragua

Según se relata en la página web de El Espíritu del 48, el grupo que lideró Marshall ocupó una estratégica posición en El Amo, al norte del país, y desde allí dominaba a la fuerza invasora que se retiraba, derrotada, hacia Nicaragua. Los oficiales subalternos dieron orden de abrir fuego sobre el adversario, pero inmediatamente Marshall ordenó no hacerlo.

Los subalternos lo increparon y él, legendario Diablo Rubio dijo: «Al enemigo que huye, puente de plata…» se evitó así una espantosa carnicería.

Tras la toma de El Amo, Valdeperas y sus hombres encontraron la bandera de la Guardia Nacional de Nicaragua abandonada

El fatídico 21

El viernes 21 de enero, Roberto Valldeperas recibió la orden de inspeccionar El Amo y sus alrededores y de recoger unas vituallas traídas desde San José por avión. Por la mañana de ese día, una docena de hombres abordaron un camión para cumplir con acciones rutinarias. Jamás imaginaron el desenlace que acabó con la vida de tres hombres, entre ellos Roberto Valldeperas.

Tras ordenar una operación de rastro, que culmina con la aparición de dos cadáveres de combatientes calderonistas y la recuperación de algunas tiendas de campaña.

Valdeperas y sus hombres en El Amo

Mientras todo esto sucedía, en la entrada de El Amo, sobre unas colinas semidesnudas se apostaba un grupo que, creyendo que se preparaba para destruir a un supuesto enemigo, se convertirían en los verdugos de sus propios compañeros.

Desgarradores testimonios sobre la mortal emboscada

Harold Steinvorth, uno de los sobrevivientes del atentado, narró a Miguel Acuña que al oscurecer del 21 de enero se les ordenó subir al camión. En el centro del cajón se colocaron bultos y cajas y los combatientes se apostaron a los lados.

“Más o menos a las siete de la noche empezamos a subir una pendiente que termina en la propia carretera interamericana. Y al entrar en la carretera estalló una balacera, que obligó al conductor del camión a frenar, primero, y continuar a velocidad después hasta llegar a la comunidad de La Cruz.

“De camino, narra Steinvorth, se escuchaban gritos, ayes, maldiciones y un frío de muerte… La voz del Jefe no se escuchaba y entonces, los que no estábamos heridos pensamos en lo peor”.

Si bien se especuló sobre la posibilidad de que el conductor del camión no hubiera hecho caso a las señales de detención por parte de los miembros de un retén, Steinvorth comentó que nunca escucharon advertencia alguna ni vieron señales para que el camión se detuviera.

“Me imagino que el jefe del grupo que nos atacó desconocía por completo nuestra identidad, aun cuando las tropas de Marshall habían barrido el área hasta frontera con Nicaragua” comentó Harold Steinvorth.

Otro de los protagonistas, Carlos Calvo, recordó que el camión fue cargado con cajas y sacos que fueron acomodados en la parte central del cajón y que los combatientes se colocaron en las paredes laterales y en la compuerta del camión.

“Al desembocar en la Interamericana –sigue narrando Calvo- se nos hizo fuego desde varios puntos. Yo recibí un balazo en la espalda y desde ese momento sólo recuerdo los gritos de dolor y los ronquidos agónicos de los que nos desangrábamos sin esperanza de vivir. Al llegar a La Cruz perdí el conocimiento y cuando volví en mí me encontraba en el Hospital de Liberia”.

Calvo subrayó, durante su charla con Acuña, que durante su estancia hospitalaria escuchó varias versiones sobre lo sucedido. La primera advertía que se había establecido un retén en la entrada al Amo y que el camión había irrespetado la señal de alto. “Esto no es verdad pues nosotros nuca escuchamos algo ni vimos señal alguna”, sentenció Calvo.

Una segunda versión apuntaba que podría haber sido obra de algún grupo de calderonistas que había quedado rezagado. “Esto pudo ser cierto el 19 de enero pero no dos días después; además tales grupos no podían transitar por una zona ocupada por nosotros” insistió.

Y la tercera hipótesis, que parece la más absurda, se refiere a un posible atentado contra Frank Marshall que habría culminado con la muerte del Capitán Valdeperas.

Un valiente olvidado, foto publicada en la revista «Life»

La versión oficialista

Eduardo Enrique Arana, Oficial Ejecutivo del primer batallón de la Compañía B del ejército triunfador, comentó sobre el suceso que hubo una evidente falta de consistencia en la información que recibía del Estado Mayor.

“El 21 de enero, a eso de las cinco de la tarde, dos mensajeros entregaron a nuestro jefe, Santiago Calderón, una orden escrita y firmada por Francisco Orlich, en la que se nos informaba que debíamos adelantarnos hasta La Cruz. En el camino encontramos a Hernán Fumero quien nos previno acerca de comandos enemigos presumiblemente ubicados en los alrededores de Santa Rosa, por lo que el avance se realizó en forma escalonada” señaló Arana.

Su versión relata que en el trayecto entre Santa Rosa y El Amo se encontraron con gente de la Cruz Roja que les dio una información concreta pero ciertamente inexacta: “nos dijeron que en El Amo se encontraba un grupo sospechoso, por lo que se ordenó a un grupo del Batallón tomar posiciones en unas colinas desde donde se domina la entrada al aeropuerto. Se envió una patrulla de exploración, se coloca un grupo de avanzada con dos ametralladoras muy cerca de la intersección de la Interamericana con el camino por donde saldría cualquier vehículo proveniente de El Amo”.

Arana dejó muy en claro cuatro situaciones que explicarían de alguna forma el hecho sangriento donde falleció Roberto Valldeperas: primero que ellos recibieron la orden de avanzar hasta la localidad de La Cruz; segundo que su mando desconocía por completo la operación de Frank Marshall y Roberto Valldeperas en  la zona; que en todo momento pensaron que se trataba del enemigo y que el capitán Rodrigo Escalante, quien habría disparado al grupo esa noche, era primo hermano de Roberto.

El Indio Escalante llegó luego al sepelio de su primo efectuado el 22 de enero de 1955 y, de rodillas, pidió perdón a Gladys González, la viuda de Valdeperas, por haber dado muerte a su primo sin saber en realidad a quienes disparaba. Fueron instantes realmente emotivos…

Frank Marshall y «Beto» Valldeperas fueron amigos muy cercanos; compañeros de lucha, valientes, atrevidos los dos. Por esa razón, Marshall Jiménez y un grupo de amigos rindieron un sentido homenaje al Capitán Valdeperas, un año después de la tragedia, en el sitio donde murió junto a sus dos compañeros.

Homenaje a Valdeperas un año después de su muerte

Asimismo, la municipalidad de la localidad de La Cruz efectuó el año pasado un acto de reconocimiento a la figura de los caídos aquella noche del 21 de enero de 1955.

La duda sigue perdurando

Sesenta y siete años después de esa fatal emboscada, aún no se logra precisar con claridad cómo y por qué sucedió la matanza. Sin embargo, historiadores y analistas consideran que fue un accidente provocado por falta de información correcta y precisa y por una escasa inteligencia en el análisis de los informes ofrecidos por personas bajo presión emocional de los tiempos de guerra. Sin duda, un lunar que ensombreció la gloria de Marshall y compañeros.

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