Visión CR

Boris Johnson: Con sus días contados

Fernando Fernández, Director Visión CR

“Es clara la voluntad de los parlamentarios del Partido Conservador de que haya un nuevo líder del partido y, por tanto, un nuevo primer ministro”.

Con esta declaración, el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, anunció su dimisión el pasado jueves, tras el último escándalo que sacudió su gobierno y provocó una cascada de renuncias en el ejecutivo.

Johnson agradeció al pueblo británico el “inmenso privilegio”! que le dieron para ocupar un cargo tan destacado, agregando que nadie es indispensable. Asimismo expresó su tristeza por abandonar lo que calificó como “el mejor trabajo del mundo”.

Johnson se retiró como líder de su formación pero dijo que continuará como primer ministro hasta que su partido elija un sucesor.

Señaló asimismo que ha acordado con el líder del grupo de diputados conservadores sin cartera, Graham Brady, que el proceso para reemplazarlo debe comenzar de inmediato, con un calendario que será anunciado la semana que viene.

Hace menos de tres años, en diciembre de 2019, Boris Johnson logró la mayor victoria electoral de los conservadores desde 1987.

Pero ahora se ha visto obligado a retirarse.

Tras un aluvión de renuncias de ministros y otros funcionarios, meses de controversias y una presión desde todos los frentes posibles, Johnson anunció su dimisión este jueves como líder del Partido Conservador y abrió las puertas a la elección de un nuevo primer ministro, según comunicó este jueves desde su residencia oficial en el número 10 de Downing Street.

Durante su legislatura, Reino Unido ha vivido algunos de los episodios más turbulentos de su historia reciente, como la salida de la Unión Europea, la lucha contra el coronavirus, los desafíos económicos derivados de la guerra en Ucrania, la recuperación post pandemia y el aumento de la inflación.

Momentos difíciles para cualquier otro líder en el mundo, pero que en el caso de Johnson fueron acompañados por una serie de escándalos y polémicas que deterioraron su credibilidad y liderazgo hasta consolidarse su caída.

Hicieron falta más de 50 renuncias a su gobierno para que el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, escuchara las voces que pedían su dimisión.

Johnson se vio inmerso en una crisis de consecuencias imprevisibles que derivó en una ola de renuncias de ministros y otros altos funcionarios que alegan haber perdido su confianza en el primer ministro para llevar las riendas del país.

La sacudida se inició el martes cuando, a partir de un escándalo de acoso sexual en el que se vio involucrado Chris Pincher -un parlamentario conservador cercano a Johnson- los ministros de Economía, Rishi Sunak, y de Salud, Sajid Javid, dos pesos pesados del ejecutivo, presentaron su dimisión.

Johnson con Chris Pincher

Sunak argumentó que los ciudadanos esperan que el gobierno sea dirigido de una forma “apropiada, competente y seria”; mientras que Javid afirmó que la administración de Johnson no estaba “actuando en el interés nacional”.

A partir de allí, y en un plazo de 24 horas, presentaron su renuncia más de 40 viceministros y otros altos cargos. Para la mañana del jueves, el número ya había llegado a 50 y seguía en aumento.

Todo el mundo cree tener una idea formada de quién es Boris Johnson. Y, sin embargo, a diferencia de la mayoría de los políticos contemporáneos, ha hecho poco por controlar la percepción pública de sus estados de ánimo o de su propia imagen. A no ser que salir a correr en bañador, gorro de lana y zapatos de vestir sea una excentricidad con un propósito calculado.

El giro dramático se produjo, al parecer, a las seis de la mañana del jueves. Johnson llevaba ya despierto más de una hora. Apenas había podido conciliar el sueño después de un día acelerado e hiperactivo en el que llegó a convencerse de que podía dar una última batalla; de que nadie le iba a echar de Downing Street sin ofrecer resistencia. “Si vas a morir, muere combatiendo”, repetía Johnson a su equipo de fieles, según asegura Andrew Pierce en el Daily Mail. Fue la claridad del alba la que aclaró finalmente su cabeza.

El principio del fin

La repentina dismisión, el martes, de dos de los miembros más cercanos de su gobierno, produjo un estado de confusión en los diputados conservadores, en los medios de comunicación y en el propio Johnson. ¿Era otra crisis de la que saldría airoso el primer ministro? ¿O el pistoletazo de salida de un golpe mortal? El ministro de Economía, Rishi Sunak, y el de Sanidad, Sajid Javid, renunciaban con minutos de diferencia a sus cargos. Los dos le reprochaban en sus cartas “falta de competencia y seriedad”, y anunciaban que ya no confiaban en su liderazgo.

El ministro de Economía, Rishi Sunak, y el de Sanidad, Sajid Javid

Si en un primer momento, Johnson, en un estado ilusorio, llegó a convencerse a sí mismo de que el desafío de los ministros era una oportunidad, poco duraría el autoengaño. Al nombrar de inmediato responsable de Economía a Nadhim Zahawi, al frente hasta entonces de Educación, pero con el prestigio de haber dirigido el exitoso programa de vacunación en la pandemia, y fama de neoliberal, pensó que sería el cómplice perfecto para esa bajada de impuestos que le reclamaban en el partido. Ya no tendría enfrente a Sunak, el celoso guardián de la ortodoxia fiscal. Y podría, en un nuevo ejercicio de prestidigitación, desviar la atención de la crisis y tomar la iniciativa.

Cuando los dioses quieren destruir a alguien, primero lo ciegan, luego lo vuelven loco. “Mucho tiempo después de que resulte obvio para todos los demás que estamos acabados, seguimos convencidos de que es nuestro deber seguir aferrados a los privilegios y prebendas de nuestros cargos”, había escrito el periodista Johnson en 2006 cuando el entonces primer ministro, Tony Blair, se resistía a admitir su final político. La historia siempre se repite.

Graham Brady

Señaló asimismo que ha acordado con el líder del grupo de diputados conservadores sin cartera, Graham Brady, que el proceso para reemplazarlo debe comenzar de inmediato, con un calendario que será anunciado la semana que viene.

Hace menos de tres años, en diciembre de 2019, Boris Johnson logró la mayor victoria electoral de los conservadores desde 1987.

Pero ahora se ha visto obligado a retirarse.

Tras un aluvión de renuncias de ministros y otros funcionarios, meses de controversias y una presión desde todos los frentes posibles, Johnson anunció su dimisión este jueves como líder del Partido Conservador y abrió las puertas a la elección de un nuevo primer ministro, según comunicó este jueves desde su residencia oficial en el número 10 de Downing Street.

Durante su legislatura, Reino Unido ha vivido algunos de los episodios más turbulentos de su historia reciente, como la salida de la Unión Europea, la lucha contra el coronavirus, los desafíos económicos derivados de la guerra en Ucrania, la recuperación postpandemia y el aumento de la inflación.

Momentos difíciles para cualquier otro líder en el mundo, pero que en el caso de Johnson fueron acompañados por una serie de escándalos y polémicas que deterioraron su credibilidad y liderazgo hasta consolidarse su caída.

Hicieron falta más de 50 renuncias a su gobierno para que el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, escuchara las voces que pedían su dimisión.

Johnson se vio inmerso en una crisis de consecuencias imprevisibles que derivó en una ola de renuncias de ministros y otros altos funcionarios que alegan haber perdido su confianza en el primer ministro para llevar las riendas del país.

La sacudida se inició el martes cuando, a partir de un escándalo de acoso sexual en el que se vio involucrado Chris Pincher -un parlamentario conservador cercano a Johnson- los ministros de Economía, Rishi Sunak, y de Salud, Sajid Javid, dos pesos pesados del ejecutivo, presentaron su dimisión.

Sunak argumentó que los ciudadanos esperan que el gobierno sea dirigido de una forma “apropiada, competente y seria”; mientras que Javid afirmó que la administración de Johnson no estaba “actuando en el interés nacional”.

A partir de allí, y en un plazo de 24 horas, presentaron su renuncia más de 40 viceministros y otros altos cargos. Para la mañana del jueves, el número ya había llegado a 50 y seguía en aumento.

Todo el mundo cree tener una idea formada de quién es Boris Johnson. Y, sin embargo, a diferencia de la mayoría de los políticos contemporáneos, ha hecho poco por controlar la percepción pública de sus estados de ánimo o de su propia imagen. A no ser que salir a correr en bañador, gorro de lana y zapatos de vestir sea una excentricidad con un propósito calculado.

El giro dramático se produjo, al parecer, a las seis de la mañana del jueves. Johnson llevaba ya despierto más de una hora. Apenas había podido conciliar el sueño después de un día acelerado e hiperactivo en el que llegó a convencerse de que podía dar una última batalla; de que nadie le iba a echar de Downing Street sin ofrecer resistencia. “Si vas a morir, muere combatiendo”, repetía Johnson a su equipo de fieles, según asegura Andrew Pierce en el Daily Mail. Fue la claridad del alba la que aclaró finalmente su cabeza.

El principio del fin

La repentina dismisión, el martes, de dos de los miembros más cercanos bde su gobierno, produjo un estado de confusión en los diputados conservadores, en los medios de comunicación y en el propio Johnson. ¿Era otra crisis de la que saldría airoso el primer ministro? ¿O el pistoletazo de salida de un golpe mortal? El ministro de Economía, Rishi Sunak, y el de Sanidad, Sajid Javid, renunciaban con minutos de diferencia a sus cargos. Los dos le reprochaban en sus cartas “falta de competencia y seriedad”, y anunciaban que ya no confiaban en su liderazgo.

Si en un primer momento, Johnson, en un estado ilusorio, llegó a convencerse a sí mismo de que el desafío de los ministros era una oportunidad, poco duraría el autoengaño. Al nombrar de inmediato responsable de Economía a Nadhim Zahawi, al frente hasta entonces de Educación, pero con el prestigio de haber dirigido el exitoso programa de vacunación en la pandemia, y fama de neoliberal, pensó que sería el cómplice perfecto para esa bajada de impuestos que le reclamaban en el partido. Ya no tendría enfrente a Sunak, el celoso guardián de la ortodoxia fiscal. Y podría, en un nuevo ejercicio de prestidigitación, desviar la atención de la crisis y tomar la iniciativa.

Cuando los dioses quieren destruir a alguien, primero lo ciegan, luego lo vuelven loco. “Mucho tiempo después de que resulte obvio para todos los demás que estamos acabados, seguimos convencidos de que es nuestro deber seguir aferrados a los privilegios y prebendas de nuestros cargos”, había escrito el periodista Johnson en 2006 cuando el entonces primer ministro, Tony Blair, se resistía a admitir su final político. La historia siempre se repite.

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