Visión CR

Confusión ante aumento de “preferencias sexuales”

Adriana Núñez, periodista Visión CR

Pareciera que con el “boom de los derechos sexuales”, en la última década ha habido una explosión imparable de categorizaciones referidas a las preferencias sexuales que según la organización internacional Profamilia, alcanza ya el amplio número de 33, aunque algunas de ellas en realidad se asemejan a otras.

No obstante lo señalado por Profamilia, en algunos espacios -como el sitio Radio Zero- han atribuido a la ONU información que indica que se conocen alrededor de 112 categorías sexuales y en un artículo publicado desde 2016 por Pablo Ferrer en el diario digital Hispanidad, se explica que el artífice de dicho hallazgo “se llama Vitit Muntarbhorn” quien ese año fue designado por las Naciones Unidas como experto independiente en violencia y discriminación basada en orientación sexual y género.  

Básicamente, de acuerdo con lo publicado por la organización Profamilia, fundada en 1965 en Bogotá, Colombia y que ahora posee oficinas en distintas naciones: “se establece como orientaciones sexuales al patrón de atracción sexual, erótico o amoroso hacia un determinado grupo de personas definidas por su género o su sexo. Es importante mencionar, que las orientaciones sexuales son totalmente independientes de la identidad de género de cada individuo, es decir que ésta no determina hacia quiénes nos sentimos atraídos”.

La frase de “me gustan los hombres” o “prefiero a las mujeres” o “me inclino por ambos sexos” ha pasado de moda para dar lugar a una serie de clasificaciones y nuevos nombres, que hoy trataremos de explorar lo mejor que se pueda.

Mientras algunos crecimos pensando -y lo mantenemos- que en el mundo hay heterosexuales, homosexuales o bisexuales, ahora se cuenta con una amplia gama de espacios diversos, entre los que existen -de acuerdo con Profamilia- seis denominaciones principales que pasamos de inmediato a consignar:

La diversidad sexual se ha clasificado en los últimos años en decenas de categorías (Foto de Gutraich Ariel con fines ilustrativos)

Heterosexuales: hace referencia a las personas que se sienten atraídas afectiva y eróticamente hacia personas del sexo opuesto.

Homosexuales: hace referencia a personas que se sienten atraídas afectiva y eróticamente hacia personas del mismo sexo. Popularmente se emplean los términos “gay” para el hombre y “lesbiana” para la mujer.

Bisexuales: hace referencia a personas que se sienten atraídas afectiva y eróticamente hacia personas del mismo sexo y o del sexo contrario.

Pansexualidad: hace referencia a las personas que se sienten atraídas afectiva y eróticamente hacia otras personas, con independencia del sexo asignado al nacer, género, identidad de género, orientación o roles sexuales.

Asexualidad: hace referencia a las personas que no experimentan atracción sexual y/o no desean contacto sexual, total o parcialmente. Pueden relacionarse afectiva y románticamente y no implica necesariamente no tener libido, o no practicar sexo, o no poder sentir excitación.

Demisexualidad: hace referencia a personas que se sienten atraídas afectiva y eróticamente solo hacia alguien con quien han formado un vínculo o conexión emocional.

No obstante, otros grupos y especialistas en el tema tales como Arturo Torres, articulista de Psicología y Mente, indican que “las denominaciones o etiquetas para definir múltiples tipos de sexualidad no nacen desde el ámbito de la psicología o la biología, sino que aparecen más bien como parte de una iniciativa de raíz social (vinculada históricamente a los movimientos a favor de la igualdad) para reivindicar y dar visibilidad a formas de vivir la sexualidad que son eclipsadas por la norma: la heterosexualidad.”

También hay una tendencia a no establecer una clasificación, pues según Torres, “se trata de algo subjetivo y que depende de criterios arbitrarios para ordenar orientaciones sexuales de mayor a menor importancia y que, en definitiva, no nos dicen nada sobre si una es más válida que otra”

El problema es que este fluir constante de tendencias -algunas producto de improvisaciones o modas pasajeras- nos ha metido en un zapato pues ya nadie sabe a qué se enfrenta cuando conoce a una persona que eventualmente podría convertirse en pareja. Razón por lo cual muchos se inclinan por “vivir la emoción del momento” y no establecer relaciones a mediano o largo plazo. Sin embargo, la situación lejos de contribuir con el desarrollo pleno del individuo de cara a su socialización, ha sumido a miles de personas en la más absoluta inestabilidad. Especialmente a los más jóvenes, a muchos de los cuales les cuesta aún más identificar con precisión su propia identidad sexual.

En entrevista reciente con la psicoanalista costarricense Melania Agüero Echeverría, nos indicó que “existe en nuestros días una confusión enorme sobre la sexualidad” especialmente entre los niños y adolescentes pues “reciben mucha información -generalmente inadecuada- tanto a través de redes sociales como del Internet, que no pueden asimilar y comprender correctamente”.

Si a ello le agregamos la enorme cantidad de material violento, pornografía y datos falsos que circula en la web, imagínense los problemas que enfrentan las nuevas generaciones para alcanzar alguna certeza.

De acuerdo con la Organización Niñez Sana (Healthychildren.org) “la única manera de fomentar el bienestar y la seguridad de los padres y los hijos por igual es preparar con cuidado a los niños para los cambios normales en sus cuerpos, el ataque continúo ejercido por la presión de los compañeros, la glorificación mediática de la sexualidad irresponsable y los atractivos engañosos de la publicidad”. A ello se debe agregar una total apertura por parte de los progenitores y orientadores para escuchar lo que sus hijos e hijas, pacientes o alumnos están sintiendo, sin prejuzgar.

Se calcula que aproximadamente entre el 5 y el 10 por ciento de la población general es lesbiana, gay, bisexual o transgénero. (Foto archivo)

Más categorías

Por lo pronto, en medio del amplio espectro mediático, otras “categorías” que se suman a la lista, son las siguientes:

Lithsexualidad: Las personas con este tipo de orientación sexual experimentan atracción hacia otras personas, pero no sienten la necesidad de ser correspondidas.

Auto sexualidad: donde la atracción se experimenta hacia uno mismo, sin que esto tenga que ser sinónimo de narcisismo. Puede entenderse como una forma de alimentar afecto o amor propio.

Antro sexualidad: un concepto que sirve para que puedan identificarse con él las personas que experimentan su sexualidad sin saber en qué categoría identificarse y/o sin sentir la necesidad de clasificarse en ninguna de ellas.

Polisexualidad, un tipo de orientación sexual en la cual se siente atracción hacia varios grupos de personas con identidades de género concretas. Según el criterio utilizado para clasificar, puede entenderse que la polisexualidad se solapa con otras orientaciones sexuales como por ejemplo la pansexualidad.

Pese a los distintos nombres asignados a cada una, si leemos con claridad, ya son tendencias que se describen en otras categorías. Y si seguimos hilando fino, también descubriremos que todas pueden englobarse en los tres grandes grupos que se conocían décadas atrás: heterosexuales, homosexuales y bisexuales o polisexuales.

Al igual que en el mundo burocrático y tecnológico en que nos movemos, donde todo se ha complicado con la inserción de trámites y más trámites para cada paso que damos, así también estamos incorporando etiquetas y más etiquetas a las múltiples preferencias sexuales que pretenden imponer su sello a través de distintas ocurrencias. Algunas responden más a las emociones personales del momento que a costumbres o prácticas que se puedan mantener a lo largo de un período de tiempo. Se acercan más a simples formas de manifestarse que a comportamientos inherentes a la identidad sexual.

Imaginamos que todo esto tendrá también un sello meramente publicitario para vender novedad y ganar dinero a costa de quienes ingenuamente o por “estar al día” se agrupan en una u otra nueva categoría, con sus respectivos ropajes, tendencias y expresiones. ¡Río revuelto, ganancia de pescadores!

La realidad es que cada uno es libre de escoger. Pero no podemos obviar que más allá del placer, la sexualidad conlleva también una serie de pautas en materia de salud física y mental, protección y prevención que es necesario conocer para evitar en la medida de lo posible, desde disfunciones hasta enfermedades de transmisión sexual y, sobre todo, para que la actividad sexual realmente le permita a las personas, disfrutar tanto física, como mental y emocionalmente.

De acuerdo con el programa del Ministerio de Educación de Costa Rica, denominado “Educar para una nueva Ciudadanía” (2017) que fue ampliamente cuestionado en sus inicios, gracias a lo cual se introdujeron algunas importantes modificaciones: “…para garantizar el disfrute pleno de la sexualidad se deben satisfacer de manera equilibrada tres factores básicos: información, acceso y empoderamiento”.

“Tal como lo señalan Campos y Salas (2002) para que las personas puedan disfrutar de una vivencia plena e integral de la sexualidad se requiere: a) contar con información amplia, objetiva y científica; b) contar con la posibilidad de expresar y encontrar respuestas a sus dudas y reflexiones; c) disfrutar sin producir daños físicos y psicológicos ni ser víctima de ellos; d) experimentar placer con responsabilidad; e) respetar valores universales de convivencia; f) reconocer y defender de manera asertiva sus derechos y los derechos de las demás personas” indica el texto del MEP.

¿Usted qué opina amigo lector?

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