Miguel Martí, comunicador
Para mí, en todo este asunto, lo esencial no tiene que ver con La Nación. Para mí, el tema esencial es cómo hacemos para superar los inmensos y profundos problemas que tenemos, de manera que podamos tener un país próspero y socialmente justo y, en ese contexto, cuál debe ser la mejor forma de conducirse de quien ostente la Presidencia de la República.
Durante años he dicho y escrito que la única forma que veo es que recuperemos la capacidad de negociar. Dediqué años de trabajo para que exista una instancia formal de negociación para la sociedad civil, porque por sí solos, los partidos políticos son insuficientes.
Ahora aparece este Presidente, que no tiene partido, que tiene solo 10 diputados y un gabinete heterogéneo que no le debe mayor lealtad, más allá de agradecimiento por haberlos nombrado. Por tanto, y partiendo de la premisa de que él pretende sinceramente gobernar dentro del marco de la Constitución y las leyes, Cháves está más necesitado que cualquiera de sus antecesores de una gran capacidad de diálogo y negociación. Y por ello me preocupan todas sus actuaciones que vayan en la dirección contraria.
Varias de las acciones que ha tomado me merecen respaldo, como la directriz para que el ICE libere frecuencias 5G, la baja en el arancel de importación de arroz e iniciar el proceso de ingreso a la Alianza del Pacífico. Igualmente, me parece correcto que señale el problema que representan los mandos medios en la burocracia estatal. Estos son casos en torno a los cuales puede lograr apoyos de múltiples sectores.
Pero cuando, por otro lado, hace declaraciones en la Corte para que no tramiten “causas canallas” siendo que tiene causas contra él mismo por la supuesta financiación irregular de su campaña, o cuando, al estilo Trump, empieza a generar un clima de hostilidad hacia toda la prensa al llamarla “prensa canalla”, o cuando primero pone en duda la solvencia de Grupo Nación para cumplir sus obligaciones como emisor de bonos y acto seguido se toma una decisión, sin seguir el debido proceso, para cortarle a ese grupo una fuente importante de ingresos; cuando esas actitudes y conductas afloran en el Presidente, entonces él mismo hace que sea más difícil el logro de acuerdos con diversos sectores.
El Presidente es el de todos los costarricenses -atrás quedan y tienen que quedar las refriegas de la campaña electoral- y por ello él tiene que estar muy consciente que con sus actos y con sus palabras puede, o propiciar un clima político y social que favorezca el logro de acuerdos para cumplir con lo que él nos prometió, o propiciar un clima de creciente conflicto y polarización que a todos nos hará daño, incluido él mismo y su administración.
Como ciudadano que valora inmensamente nuestra democracia y nuestra paz, haré lo que pueda para no sucumbir y no propiciar yo también un clima de confrontación.
Al Presidente le voy a reconocer lo que yo estime que lo amerita, le voy a criticar constructivamente en lo que yo estime criticable y le voy a adversar en lo que yo crea que es necesario; pero cuidando el lenguaje, las formas y el tono.
En Delfino publiqué hace un tiempo un artículo señalando que estamos como estamos porque hay diversos sectores de nuestra sociedad que se están apropiando de una tajada inmensa, desproporcionada e injusta de la riqueza que el país genera y que, por ello, existe creciente y justificado enojo y malestar en el país. Pero también señalaba que la vía de salida es que surjan nuevos liderazgos que antepongan el interés general sobre el particular y que sean capaces de dialogar y negociar con respeto. ¡Y el primero que debe impulsar eso es el Presidente!
Propiciar confrontación, promover conflicto y atizar el enojo no resuelve uno solo de nuestros problemas, más bien los agrava. Y sí, me preocupa el estilo confrontativo que él tiene. Sería erróneo pensar que solo se trata de un tema de “estilo”. Bien sabemos que en el mundo de hoy, la forma es también el fondo.
Ante el tsunami que se nos viene –aumento en el precio del petróleo, encarecimiento de diversos alimentos, crisis de contenedores, devaluación de la moneda, creciente inflación, una posible recesión, etc., el Presidente debe convertirse en el principal factor de unidad nacional. Si no lo hace, a todos nos va a llevar la trampa.
Agregar comentario