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El insulto, una forma de violencia generalizada entre muchos ticos

Adriana Núñez, periodista Visión CR

Los encontramos en redes sociales, en mensajes de teléfono, en opiniones diversas hechas públicas a través de la radio o la televisión. Saltan por doquier: en estadios, aceras, calles, vehículos, escuelas; en el seno de muchas familias y hasta en los más altos poderes del Estado…

No son malas palabras que se escapan ocasionalmente. Son epítetos dichos con saña que van dirigidos a dañar a otros.

De ahí nuestro interés en repasar el tema, esperando que podamos promover una reflexión profunda que nos ayude -en la medida de lo posible- a erradicar esa agresividad verbal que tanto afecta a la sociedad costarricense.

Los insultos, no son otra cosa que una forma de violencia verbal que lejos de desahogar al que los profiere, irrita aún más su ya tenso comportamiento pues muchas veces se expresan en la etapa que antecede y anuncia una inminente agresión física.

Una delgada línea separa la violencia verbal de la física, que algunos consideran es mucho peor. No obstante, hay formas de insultar -en ocasiones camufladas entre chistes y bromas pesadas- que pueden resultar mucho más dolorosas que un golpe, pues existen personas que se especializan en utilizar las palabras como certeras puñaladas, dirigidas a herir profundamente partes importantes de la identidad de quien las recibe.

Entre el insulto y la agresión física solo hay una delgada línea, dicen especialistas. (Foto de archivo)

Esa forma de comunicación verbal es muy común en los casos de violencia doméstica, donde las víctimas terminan olvidando quienes son, perdiendo su dignidad y renunciando a sus derechos como seres humanos.

En nuestra sociedad, donde el insulto se ha generalizado, se utiliza no solo para descalificar a quienes opinen diferente, sino también para canalizar sentimientos xenofóbicos, racismo, machismo, homofobia y por supuesto, una alta dosis de cólera mezclada con frustración.

“Nos estamos retratando como una sociedad mal educada, inculta, resentida y sumamente violenta que se desahoga de esa forma” nos dice la profesora retirada Ada Solano quien durante los últimos años ha visto con preocupación la escalada de violencia verbal entre personas de distintas edades y estratos sociales. Pero este hábito va más allá del mero desahogo…

Aunque está de acuerdo con que es una muestra de incultura, para la psicóloga y catedrática española Rosario Ortega, la creencia de que la gente se desahoga insultando -por ejemplo, en espacios deportivos como lo son los estadios de fútbol- “es tan falsa como que fumar nos destensa”.

Ortega, experta en el “mundo de la violencia”, dirige el departamento de Educación de la Universidad de Córdoba y coincide con otros especialistas en temas relativos al control de las emociones, en que insultar “no sólo no sirve de descarga, sino que es perjudicial para la misma persona que lo hace, ya que lesiona el criterio moral y el balance emocional del agresor”. Así lo ha expresado en distintas ocasiones.

El insulto provoca afectación inmediata

Varios psicólogos han estudiado a conciencia esta manera brutal de relacionarse, tan frecuente en nuestros días, y han llegado a la conclusión de que un insulto no es una piedra que se lanza al aire, que luego cae al pavimento y ya. “Un insulto hiere psicológicamente, humilla, ridiculiza, denigra y refuerza muchos prejuicios y estereotipos”

En la sociedad actual el insulto ha encontrado lo mismo en la esfera privada que en la esfera pública, espacios suficientes donde regodearse y causar estragos. E incluso en muchos casos, se vuelve viral…atacando y aplastando todo principio ético y moral.

Algunos insultos se vuelven virales a través de las redes sociales y afectan a determinados grupos de personas (Foto con fines ilustrativos)

Según un estudio de la Universidad de Bath, en el Reino Unido, las personas que utilizan esa forma de agresión verbal “usan la comunicación violenta buscando tener estatus y como una forma de poder sobre los demás”. En fin, que procuran construir una especie de “jerarquía” donde situarse por encima del resto mediante la crítica o la humillación.

Otra investigación realizada en la Universidad Estatal de Illinois, Estados Unidos, comprobó que hasta los insultos más sutiles afectan nuestro desempeño cognitivo. Especialmente en los más jóvenes, el hecho de recibir insultos una y otra vez, tendrá un efecto negativo que les impactará hondamente. “Las heridas al intelecto y la autoestima no son tan fáciles de sanar y, sin duda, no se resuelven pidiendo perdón” señala el informe.

Características comunes de quienes insultan

Los especialistas recalcan que entre las personas que insultan, los ”narcisistas grandiosos” son los más comunes. Entre sus características principales figuran: son arrogantes, dominantes y extrovertidos: poseen un exagerado sentido de superioridad y no muestran preocupación por los demás.

Pero también hay muchos casos de “narcisistas vulnerables”, que, a diferencia de los anteriores, son retraídos, neuróticos e inseguros, suelen tener baja autoestima, ser hipersensibles y sentirse con frecuencia ansiosos y deprimidos.

Ambos tipos desean obtener el respeto y la admiración de los demás, aunque los primeros lo logran casi siempre y a los segundos les cuesta mucho más.

Muchas personas utilizan el insulto porque consideran que, ante cualquier divergencia o error, la culpa es del otro. También insultan porque se sienten frustrados o amenazados por planteamientos distintos a los propios y lógicamente, cuando carecen de ideas para defender sus creencias.

Entre los tipos de insultos que con mayor asiduidad utiliza ese tipo de individuos se incluyen los siguientes:

Insultos para subrayar la inutilidad de la persona. Su objetivo es menoscabar el valor del otro, haciéndole sentir inútil, incapaz o insignificante.

Muchos insultos se dicen para etiquetar a un individuo como estúpido, tonto o ignorante. Como la inteligencia se valora en nuestra sociedad, es una forma sutil de restarle valor a quien expone sus ideas con el fin de borrarlo intelectualmente

También hay un tipo de insulto que se enfoca en las características individuales que marcan diferencias entre una y otra persona, fundamentalmente aquellas que les alejan de la norma y que generan sensación de incomodidad. Un ejemplo de ello es decirle a una mujer que argumenta: ¡vieja malcriada, calladita más bonita! O utilizar la preferencia sexual como vulgar calificativo.

-Por su parte, los insultos denigrantes, dirigidos a injuriar a la persona, a atacar y ultrajar infundadamente su imagen, se consideran de los peores y han sido sujeto de investigación en países europeos como España. En 2021, la Fiscalía de Alicante abrió una investigación penal por los “insultos denigrantes e incitaciones al odio” publicados en las redes sociales de la radio televisión pública valenciana, 

En todo caso, lo que está claro para los especialistas y deberían tener en cuenta quienes usan esa forma de comunicación agresiva, es que el insulto es maltrato, pobreza intelectual, falta de respeto y de empatía. Y que, si hablamos de paz, derechos humanos y solidaridad, debemos empezar por abstraernos de insultar, como un ejercicio moral y cívico.

“Querer es poder” decían los ancestros y lo reafirman también los especialistas. Tal y como lo señalaron los investigadores costarricenses Claudia Lorena Herrera Rodas, Carmen Peraza Segura y Hugo Porter Aguilar en su trabajo titulado “El abuso verbal dentro de la violencia doméstica”, publicado en la edición digital de Medicina Legal de Costa Rica, en marzo de 2004, “la violencia intrafamiliar es un mal que históricamente ha aquejado a nuestra sociedad, de modo que a través de la transmisión intergeneracional se ha arraigado como una lamentable costumbre de difícil, pero no imposible, erradicación”.

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