Federico Paredes, analista agroambiental
Cuando uno menciona París, Amsterdam o Praga, directamente lo asocia con la Torre Eiffel, el Coliseo o el Puente Carlos, respectivamente. Son ciudades en las que da gusto caminar cuadras y cuadras, que se convierten en kilómetros de un hermoso entorno urbano.
El escenario parisino nos muestra ese gran ambiente de ciudad cosmopolita, en la que los Campos Eliseos y el Arco del Triunfo triangulan con la icónica Torre Eiffel, para darle identidad a la capital gala.
Por su parte, Amsterdam con su gran horizontalidad, le da un perfecto enmarque a las ciclovías que cruzan los cientos de canales y se muestra como una ciudad totalmente amigable con los peatones.
Praga, la antigua capital de Checoslovaquia y hoy señorial capital de la República Checa, es literalmente una joya arquitectónica, perfectamente conservada (inclusive) desde tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Cualquier plaza, el Castillo, su río Moldava la Casa Danzante o el antiquísimo Reloj Astronómico, son las mejores cartas de presentación de una de las más bellas ciudades del Viejo Continente.
Al pensar en nuestra San José, otrora llamada como la “tacita de plata”, nos muestra apenas unos cuantos puntos que son dignos de ser recorridos y admirados: el circuito del Poder Judicial- Asamblea Legislativa-Tribunal Supremo de Elecciones- Biblioteca Nacional- Parque Nacional- Ministerio de Cultura- Instituto Nacional de Seguros. Barrio Escalante, convertido en punto gastronómico de la capital; el entorno del Parque Metropolitano de La Sabana- Bulevard de Rohrmoser y el Teatro Nacional y pare de contar.
Solamente los turistas muy avezados o grupos de éstos con su propio guía, alcanzan a recorrer a pie estos sitios y cuidando de no ser víctimas del hampa.
La seguridad ciudadana no es precisamente una de las fortalezas de nuestra capital, lamentablemente.
La belleza tampoco es otra fortaleza de nuestra ciudad josefina. Mi nieta Isabella de 6 años y de visita en el país por sus vacaciones, rápidamente advirtió, en varios puntos de San José, lo que cualquier persona del exterior observa: suciedad, edificios sin pintar y muchas barras de metal en ventanas y portones.
Las ciudades deben ser sitios para poder caminar en entornos seguros y bonitos; pareciera que hay una vinculación directa entre belleza y seguridad. Los esfuerzos que ha hecho la Municipalidad de San José con la creacion del Bulevard de la Avenida Central o el de la Unión Europea que va desde La Soledad hasta La Merced, no han sido suficientes para estimular a los ciudadanos a caminar y tomarse un café tranquilamente.
Feas edificaciones en donde los hierros y láminas de zinc asoman herrumbrados, muchos negocios cerrados con cortinas metálicas, por efecto de la pandemia o por la misma contracción económica, calles estrechas y muchas de ellas con huecos, alcantarillas llenas de basura o residuos sólidos, decenas de indigentes, (llamados ahora Habitantes de la Calle), vestigios de una arborización urbana que quiso darle frescor al aire de la capital, son algunas pinceladas de lo que define de alguna forma, la principal ciudad de Costa Rica. ¿San José limpio y verde?
Por algo fue acertadamente construido el Aeropuerto de Guardia en Liberia, (posteriormente rebautizado como Daniel Oduber Quirós), que se ha constituido en el segundo aeródromo internacional en donde se reciben vuelos directos de EUA y de Europa. Ahí llegan turistas del hemisferio norte, que evitan pasar por San José y van directo a las hermosas playas y complejos recreacionales de Guanacaste.
La arquitectura urbana debe privilegiar al ciudadano que camina y no tanto al vehículo motorizado; sabemos que al caminar, conocemos mucho mejor el cuadrante urbano que estemos recorriendo. Este disfrute se reduce a la mitad si lo hacemos en un automóvil.
Lastimosamente hemos permitido que lo feo, lo improvisado, lo anacrónico, prevalezcan. Las municipalidades se han limitado a supervisar que las edificaciones o remodelaciones, cumplan con la normativa vigente y no hay ninguna directriz (ni municipal ni del Ministerio de Cultura), para impulsar o facilitar la construcción hermosa, bonita, elegante.
En este sentido, el municipio de París logró prohibir las construcciones que sobrepasaran la altura de la Torre Eiffel, para destacar su imponente y sobria figura. Otro tanto hicieron las autoridades de Washington D.C. para favorecer el perfil del Capitolio en la capital estadounidense.
La ciudad de Quito preserva en su parte colonial, esa sección de la capital ecuatoriana que muestra de manera vívida , las calles empedradas, las edificaciones con sus balcones de madera, o las grandes puertas con sus aldabas de hierro, para ingresar a los complejos habitacionales; algo similar ocurre en Antigua Guatemala o en Popayán, Colombia. Estos tres casos fueron declarados en su oportunidad, como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.
No todo es negro en este panorama. Hay que reconocer el esfuerzo de varios municipios capitalinos en construir áreas de juegos para niños de edad escolar, en sus principales parques o antiguos campos de fútbol, con columpios, toboganes, mallas brincadoras o túneles, en un claro deseo de abrir esos espacios para el disfrute de los más chicos.
Los pendientes son muchos y los retos muy grandes para volver a ver la capital tica como esa urbe que logró revertir lo inseguro y la imponente fealdad, factores que han actuado como repelentes para poder visitarla y con el deseo de disfrutarla, tal cual si camináramos por Viena o por Zurich.
No perdamos la esperanza.
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