Miguel Martí, comunicador político
La salida de Laura Chinchilla del PLN no sorprende.
Ella trató -con mucha fuerza- que el Secretario General renunciara o fuera destituido. No logró ni lo uno ni lo otro. Y súmele que la “evaluación” que el PLN hizo de su última derrota electoral -y tercera consecutiva- fue más “light” que una galleta de soda.
La conclusión a la que debió llegar Laura -y que muchísimos dentro y fuera del PLN sostienen- es que si el partido ya no es capaz siquiera de remover a un Secretario General quien supuestamente está involucrado en un caso relacionado con narcotráfico, es que su capacidad interna para la corrección, la renovación y el cambio prácticamente dejó de existir.
Uno podría pensar que la salida de Laura provocará un remezón, pero creo que no será así porque, como ella lo dice, en el PLN desde hace mucho “no pasa nada”, actúa como si nada hubiera ocurrido.
En estos 22 años del siglo XXI -básicamente dominados a lo interno del PLN por Oscar Arias, y, en menor medida, por José María Figueres- el partido al que tanto le debe nuestro país cayó a un punto en que, en el mejor de los casos, genera lástima y, en el peor, repulsión.
Yo siento lástima.
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