Álvaro Campos Solís, periodista
“Las conversaciones y el fuego se parecen, los dos siempre están en peligro: el de extinguirse o crecer de modo descontrolado. Nos llevó tiempo aprender a mantener el fuego vivo para que no se apague y a manejarlo para que no se extinga”, Guadalupe Nogués, conferencista argentina.
¿Será cierto que uno de los principales rasgos del costarricense es la tolerancia? ¿Que aquí cada quien vive en su casa y Dios en la de todos? Yo tengo mis dudas. Toque el claxon de su carro y verá la reacción del otro conductor que va adelante. Lo primero que hacen es mostrarle el dedo medio.
Algunas veces se bajan del vehículo, arma en mano, para demostrar quién tiene la razón. En la pasada campaña electoral y en los temas de significativa importancia salen a relucir la intolerancia que ahora se canaliza con gran facilidad a través de las redes sociales. Incluso en los medios de información formales.
En las redes sociales los autores se amparan en el anonimato lo cual les permite canalizar sus críticas y en algunos casos hasta sus frustraciones, insultando a tirios y troyanos. En determinadas circunstancias la pasión se desborda, al punto de que personajes que han ocupado altos cargos en el sector público se les endosa el calificativo de ladrón, hijo de puta.
¿Qué necesidad tiene alguna gente de maltratar a nuestros expresidentes, en particular a Carlos Alvarado y a Luis Guillermo Solís tan solo por su nombramiento como profesores en universidades de los Estados Unidos? Tales nombramientos honran a nuestro país.
“Ah, es que estamos en un país libre y democrático”, dicen, a manera de justificación, quienes actúan de esa manera. Es penoso que alguien asocie la libertad de expresión y los principios democráticos con el irrespeto y la patanería
Alguien podría estudiar esa conducta. No sería una sorpresa constatar que tal conducta responde a la desinformación que impera en nuestro país.
Todos conocemos la diferencia entre la persona culta y la persona educada. Hay hombres y mujeres de pueblo, piso de tierra que, aunque no hablen acerca de los clásicos de filosofía, historia y literatura, es gente que respeta las ideas ajenas. Si no las comparte, tampoco pierde el tiempo discutiéndolas.
Otros hombres y mujeres, cuyas oficinas están colmadas de títulos que lo acreditan como profesionales, no lo piensan dos veces para lanzar la ofensa, la descalificación y hasta dardos colmados de veneno. (En el sentido figurado).
Al respecto, pienso en el enorme favor que le haría la televisión al país, si en vez de difundir programas chatarra, le concedieran un espacio semanal al debate de ideas a expertos que dominen un determinado tema y que de paso nos enseñen a disentir dentro de un marco de respeto y tolerancia.
Esa es una práctica común en Alemania, España, Estados Unidos y México, donde los expertos debaten con respeto, pero sin miedo.
En esos foros es común escuchar la defensa y el cuestionamiento de asuntos tan polémicos como el aborto, la eutanasia, el tema de las vacunas, los derechos de la población gay, las guerras, invasiones y golpes de estado que promueven los países ricos en cualquier lugar donde haya algo de valor para llevárselo a su casa.
Allí también se discute con vehemencia y con mesura el intento de golpe de estado urdido por altos cargos de la Casa Blanca, en la administración Trump, en contra del entonces presidente electo, Joe Biden.
Lo que aquí digo no se le debe atribuir sesgo ideológico alguno, pues vivimos en un mundo multipolar donde las tres potencias mundiales, Estados Unidos, China Popular y Rusia tienen algo en común: las tres son capitalistas. Si usted no lo sabía, reclame al medio informativo que le quita su tiempo.
Otro factor que provoca confusión es que los medios informativos prefieren ofrecer la mitad de la noticia. La otra mitad es mejor que no la conozca el receptor. “Es para que no se confundan”, diría algunos despistados propietarios de medios informativos.
Veamos algunos ejemplos. En la guerra de Rusia y Ucrania utilizan el recurso del maniqueísmo. Es decir, unos son buenos y los otros son malos. Lo que digan los occidentales es santa palabra. Eduquemos. Contemos la historia completa.
Parece que a propósito se abstienen de mencionar el impacto de esa guerra en las naciones pobres y el proceso de reacomodo del ajedrez político mundial. En nuestro país y en otras naciones de América Latina alguna gente cree que el aumento en el precio de los combustibles es un capricho del gobierno de turno.
Ahora que Estados Unidos y Venezuela encuentran canales de entendimiento, el presidente Nicolas Maduro, dejó de ser noticia, al menos en nuestro país. Eso se llama tirar la basura debajo de la alfombra. Estados Unidos busca petróleo donde le quede más cómodo. Los negocios por encima de la política. “Es la economía, estúpido”, como le dijo el candidato presidencia, Bill Clinton a su par, George W Bush.
Aquí ignoramos qué hacen el gobierno y Recope para obtener combustibles a precio razonable. ¿Tendrán miedo los gobiernos Latinoamericanos de negociar con Caracas o están a la espera de la orden banderazo de la OEA?
En el caso de Nicaragua ocurre otro tanto: En las informaciones dan a conocer que el gobierno sandinista ha expulsado a centenares de organizaciones no gubernamentales, mejor conocidas como ONG, pero nadie revela las razones.
Diversos medios informativos revelan que reconocidos filántropos, dueños de inmensas fortunas, financian por igual programas humanitarios como revueltas sociales orientadas a la desestabilización de gobiernos, no importa si son legítimos o surgieron de la mano del fraude electoral.
¿Por qué esa preocupación por los niños nicaragüenses cuando en otras Naciones como Honduras, Guatemala y México los pequeños mueren de hambre o apenas sobreviven a la explotación? ¿Por qué gobiernos y personajes inmensamente ricos de Estados Unidos y Europa se muestran tan solidarios con la gente pobre de Nicaragua?
Tampoco se revela cuántas de esas organizaciones se han trasladado a nuestro país, así como tampoco en qué invierten el dinero que en el vecino país del norte estaba destinado a socorrer a los más pobres.
Es de sobra conocido que los asilados nicaragüenses, por lo general, viven en barrios y residenciales exclusivos. Los refugiados trabajan en construcción y en oficios domésticos.
Los medios informativos deben entender que su compromiso es trabajar sin miedo y sin prejuicios. Su misión no es adular gobiernos, tampoco perseguirlos.
Un pueblo tan noble como el nuestro merece estar bien informado. No se vale que lo atosiguen con mentiras y medias verdades.
Entre la información que tiene derecho a conocer es lo que sucede el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde muchos asuntos de interés nacional quedan cubiertos por un velo de misterio que ni los medios informativos ni los partidos de la oposición intentan desvelar.
En periódicos y revistas de reconocido prestigio han trascendido los esfuerzos que hace la ultraderecha española para influir en el desarrollo de los acontecimientos políticos en América Latina. La cancillería guarda silencio. Nadie menciona a la ultraderecha española, representada por los partidos Vox y el Partido Popular, y su pretendida injerencia en los asuntos de nuestra región, con el apoyo de reconocidos dirigentes políticos locales.
En pleno siglo XXI debemos conocer lo que ocurre allende de nuestras fronteras, ya que hace rato dejamos de ser un pueblo enmontañado, como en su oportunidad nos calificó el admirado filósofo y profesor universitario, Constantino Láscaris Comneno.
No permitamos que en el país se entronice la intolerancia y el miedo. Luchemos por que cada quien diga su verdad.
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