A lo largo de la Historia de la Humanidad y a pesar de los siglos en los que han sufrido privación de sus derechos, violencia y abusos de todo tipo, las mujeres se han caracterizado -entre muchas otras cosas- por su gran capacidad para lidiar con los problemas cotidianos, en procura siempre del sano desarrollo y el bienestar de sus familias.
En épocas más recientes, las hemos visto sonando las cacerolas para clamar por alimentos para los hijos; realizando actos heroicos para salvar vidas; vestidas de blanco pidiendo valientemente libertad para los presos de conciencia y sus compatriotas; liderando programas sociales; recorriendo las zonas más inhóspitas con el afán de repartir medicina y alimento a los que sufren carencias extremas, entre ellos los niños; prestando servicio social en todos los continentes y sobre todo, llevando un mensaje de cordura, paz y esperanza.
No ha sido distinto en Costa Rica. Muchas mujeres -tras grandes luchas y esfuerzos- han llegado a destacarse y a liderar en sectores tales como el deporte, la literatura, la medicina, la economía y las ciencias sociales, por mencionar solo unas pocas áreas. Y en la política, desde que el Partido Liberación Nacional (PLN) facilitó primero que ejercieran el voto y luego, la escogencia de las tres primeras diputadas femeninas a la Asamblea Legislativa: María Teresa Obregón Zamora, Ana Rosa Chacón González y Estela Quesada Hernández, algunas han desempeñado un papel protagónico en esas lides.
No fue sino hasta el 2010 cuando, como candidata presidencial por el PLN, Laura Chinchilla Miranda fue electa la primera mujer presidenta de Costa Rica. Independientemente de algunos temas que se le reclaman aún, en su gestión, el cuidado de la niñez -futuro de la patria- destacó como pilar fundamental para el desarrollo. También se le dio importancia y recursos a la educación, medular para la generación de oportunidades.
Lo cierto es que así como muchas mujeres tienen definido qué es correcto e importante y qué no lo es, así también son claras al apuntar -tarde o temprano- todo aquello que atenta contra la transparencia, la justicia y la democracia. En consecuencia, Laura Chinchilla, al separarse del partido que les dio el voto a las mujeres y que la llevó a ocupar la primera magistratura del país, ha puesto finalmente el límite con su determinación de no seguir ignorando el desorden, la corrupción, el oportunismo y la hipocresía con que muchos advenedizos y otros traidores a los postulados de la organización social demócrata, han arribado a sus filas blandiendo billetes y ocultando yerros y carencias.
Tuvo que ser una mujer la que los ponga ahora a correr, frente a una realidad que lleva años creciendo y multiplicándose no solo en ese partido político sino también entre otros grupos, viejos y nuevos, donde personas inescrupulosas, con débil formación cívica, ética y profesional, compran puestos y ejercen presiones de toda índole con tal de favorecerse a sí mismos y a sus círculos inmediatos.
Frente al enriquecimiento ilícito, la avaricia y la doble moral, los ideales han pasado a un ínfimo lugar, con el grave impacto que ello ha producido en nuestra sociedad. No obstante, tras el contundente llamado y separación de Chinchilla Miranda del PLN, su posición se constituye en ejemplo para mujeres de todos los partidos políticos y para otras que lideran distintos sectores de vital importancia para el país.
Esperamos que más féminas encuentren el valor de hacer lo correcto, de negarse a seguir soportando la corrupción y de recuperar la dignidad -que tanto requiere nuestra nación- para que Costa Rica resurja de las cenizas morales y como el Ave Fénix, alce vuelo hacia un porvenir soñado de equidad, respeto, servicio y solidaridad.
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