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Mario Granados Chacón
“…Solamente cuando hay una enorme incertidumbre
se produce una apreciación creativa de la vida…”
JOHN BRIGGS & F. DAVID PEAT
¿De dónde proviene la luz que cada día contemplamos? ¿Son estrellas u otros cuerpos celestes aquellos que se observan a la distancia? ¿Qué tan lejos o tan cerca se encuentran de nosotros?
¿Cuál es el verdadero tamaño del Universo? ¿Cuál es su temperatura? ¿Tuvo un principio o siempre ha existido?
¿Resulta estático e infinito o se encuentra en una sostenida expansión ampliando con ello sus límites? ¿Por qué no se ha encontrado vida extraterrestre? ¿Dónde se esconden sus misterios y sus mitos? ¿Qué podrá pasar en el futuro?
La ciencia busca entender a nuestro Universo desde su origen hasta el día de hoy, partiendo desde su propia evolución y sus distintas conversiones, ya que no siempre ha sido como lo vemos en la actualidad.
En la actualidad conocemos que la edad del Universo es de entre 13 mil y 15 mil millones de años.
En esa misma relación, si por ejemplo, la vida del Cosmos pudiera transcurrir en un solo día – utilizando esta escala de tiempo – “…cada segundo correspondería a 160.000 años…”
No resulta sorprendente en esta oportunidad -aunque sí de algún modo sugestivo e interesante- que en un mundo saturado de información, conocimiento y racionalidad -resultado de las tendencias modernistas- vivamos aún a la luz de profundos enigmas acerca del mismo Universo.
Por otra parte, no podemos negar que nos encontramos en una época extraordinaria, la cual nos ha permitido acceder –como no había sucedido jamás en la historia de la humanidad– a todas las culturas presentes y pasadas. En el mismo sentido, avanzamos en nuestro presente – al fragor de una novedosa cosmología – hacia períodos inéditos que parecieran señalarnos la urgente necesidad de trasladarnos, desde modelos antropocentristas – adoptados en el momento en que la especie humana hizo abandono de criterios cosmológico – hacia elementos biocentristas o geocentristas asumidos desde siempre por las culturas ancestrales. Los griegos incluso, muchos siglos atrás, habían conceptualizado el mito como el relato de aquello que no ha existido jamás, pero que sin embargo, ha sido, es y será.
En el referido contexto, pareciera que no existen suficientes elementos para que vivamos alejados de distintos escenarios mágicos, imaginarios y misteriosos, plenos de espiritualidad, estética y emocionalidad, paradigmáticamente opuestos a los criterios exclusivamente racionalistas tecnocientíficos vigentes, derivación seguida de estructuras de pensamiento que debemos superar, al poder comprobar tal como señalaron John Briggs y David Peat (1938-2017) que “…los sistemas caóticos están más allá de todos nuestros intentos de predecirlos, manipularlos y controlarlos…”
Decía el astrónomo y divulgador científico estadounidense Carl Sagan (1934-1996): “…El ser humano no es importante para el Universo. Pero sí es inmensamente afortunado porque puede contemplar la inmensa grandeza de ese Universo y maravillarse a causa de ella. Cuando miras las estrellas lo importante no eres tú: son ellas. Y siéntete feliz al poder mirarlas…
”En el mismo sentido, el astrofísico canadiense de la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, James Peebles (1935) -Premio Nobel de Física 2019- cuyos puntos de vista sobre la radiación de fondo cósmica modificaron nuestra visión del Universo, señaló en 2015: “…Hemos avanzado mucho más en nuestra comprensión del universo de lo que yo hubiera podido llegar a soñar cuando empecé en esto hace 50 años… He sido testigo de avances espectaculares. La radiación cósmica, las galaxias más antiguas, materia oscura, energía oscura…Pero cada nuevo descubrimiento suscita nuevas preguntas. Y cuanto más sabemos del universo, más sabemos lo mucho que ignoramos…”
Bajo estos límites y percepciones, podemos ser capaces de esbozar una plena visión integral de la vida. Aunque también es cierto, al decir del científico español Rafael Rodríguez Delgado (1912-1997) que “…los más extraños mitos han intentado explicar los misterios del Universo, pero únicamente la alianza de ciencia y tecnología ha descubierto el Universo más fantástico que ninguno imaginario…”
Debemos reivindicarnos en la realización y consolidación de un pensamiento unificador que nos permita conocer el todo, sin desconocer las partes y conocer las partes, sin desconocer el todo, con plena aceptación de que la vida no se encuentra en las necesidades utilitaristas sino en el cumplimiento de uno mismo y la propia calidad poética de la existencia. En tal destino, la materia oscura de la que – hoy- se sospecha compone el 80% de la masa y energía existente; el tamaño del propio Universo ; el multiverso y los agujeros negros, así como el tema de si hay vida más allá de la Tierra, serán respuestas que muy probablemente se conocerán más allá de lo que duren nuestras vidas.
Eso sí, la presencia de un pensamiento complejo marcará el camino que nos ha de trasladar a la construcción de nuevos tipos de racionalidad como punto de convergencia de todas nuestras calidades humanas: espiritualidad, emocionalidad, racionalidad, estética, etc., permitiendo nuevas cualidades de pensamiento y conocimiento, en beneficio del bienestar colectivo e inclinado hacia un cambio de conciencia.
Justa razón acompañó entonces al poeta chileno Pablo Neruda
(1904-1973), cuando sentenció como parte de su obra poética:
“…Es tan poco lo que sabemos
y tanto lo que presumimos
y tan lentamente aprendemos,
que preguntamos y morimos…”
ffgonzal
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