Es doloroso darse cuenta de la enorme cantidad de incidentes que cada día afectan al país, porque un amplio número de personas no respeta la ley y hace prácticamente lo que le da la gana sin que sobre ellos pese traba o remordimiento alguno. En contraposición, para quienes no aceptan las transgresiones y piden ayuda con el fin de resolver las distintas situaciones, es complicado, absurdamente burocrático e ineficiente, el proceso de interponer denuncias.
Entre las instancias que deberían mejorar los procesos de atención al ciudadano, es preciso mencionar puntualmente a la Defensoría del Consumidor, el Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa), al departamento de control ambiental del Ministerio de Salud y a las oficinas de contraloría de servicios de la mayoría de las instituciones públicas, entre otras instancias donde supuestamente deben ayudar, pero a las que no les basta con que el costarricense llame y se identifique correctamente para acoger y tramitar una queja.
La opción que utilizan refiere al ciudadano a plataformas telefónicas de atención al usuario que no tienen poder de resolución y las cuales -aunque la persona no tenga computadora y mucho menos acceso a internet- piden como requisito utilizar sus páginas web, el envío de correos electrónicos, formularios con infinidad de datos e incluso hasta firma digital, fotos y más documentación imposible de conseguir para mucha gente.
Con excepción del 911, el OIJ y otras dependencias que atienden emergencias relativas a comisión de delitos y problemas graves de salud, el resto de los conflictos que enfrentan usuarios de servicios eléctricos, de agua, calles, carreteras o municipales, o que desean denunciar casos de maltrato animal, contaminación, prácticas comerciales ilegales, etc. no se atienden debidamente ni con prontitud y generalmente, aunque se satisfaga la maraña de requisitos burocráticos, las quejas se diluyen en el olvido.
Caso aparte es el de aquellas personas que logran eco para sus problemas a través de periodistas y medios de comunicación, que en dichos casos, al exponer sus denuncias, se constituyen en herramientas vitales de visibilización al servicio de las necesidades más urgentes de comunicades enteras.
Pareciera que estamos enfrentando un panorama de total desamparo y desidia, ante las transgresiones constantes en una Costa Rica donde el irrespeto y la violación sistemática de las leyes está a la orden del día.
Tierra de nadie. Acertadamente ya lo ha dicho el Papa Francisco: aquí “se ha desarrollado una globalización de la indiferencia”. Los malos ejemplos se han institucionalizado y alcanzan incluso a personajes que ostentan altos cargos de gobierno. Pocos valientes puntualizan las cosas y cuando lo hacen, los “troles” salen de sus cuevas a defender lo indefendible y a multiplicar sus feroces agresiones con el propósito de lograr que “el último de los mohicanos” tire la toalla.
Ojalá no sea así y quienes tengan la capacidad y energía, puedan continuar luchando por retomar el rumbo de la legalidad, servicio, transparencia y valores éticos. Tarea titánica en estos tiempos.
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