Federico Paredes,
analista agroambiental
Hay personas a las que no les gusta tomar agua consuetudinariamente, prefieren tomar bebidas energéticas (o gaseosas). Los nutricionistas son los primeros en recomendar, la ingesta de por lo menos ocho vasos de agua por día. Nuestro cuerpo está compuesto por 60% de agua; solamente el cerebro está constituido por 70% de este líquido, la sangre por un 80% y los pulmones contienen 90% en su estructura.
Nadie pone en tela de duda la enorme importancia que este líquido tiene para el metabolismo humano. Irónicamente existe un gran interés de los científicos por saber cuáles otros planetas de nuestro Sistema Solar contienen este preciado líquido, mientras en muchas partes del nuestro, pueblos enteros carecen de acceso a éste.
Una atmósfera respirable y la existencia de agua en la Tierra han permitido que existan las diferentes formas de vida sobre este globo sideral.
La administración y distribución de este vital líquido no ha sido tarea fácil para los Gobiernos y tampoco se ha dado una equitativa cobertura para la ciudadanía. Los microbiólogos han determinado que existe una gran cantidad de microorganismos, causantes de diversas enfermedades como las diarreas provocadas por la Escherichia coli, la salmonelosis por Salmonella y la shigelosis por la Shigella. Los virus también hacen su contribución, como por ejemplo el de la Hepatitis A, o los mismos protozoarios como la famosa Giardia lamblia.
Costa Rica, ubicada en la faja tropical del mundo, entre los Trópicos de Cáncer y de Capricornio -10 grados arriba de la línea equinoccial-, pareciera que no debería tener problemas de acceso al agua, pero lo cierto es que, aparte de la necesaria potabilización, se da una serie de problemas asociados, tales como la contaminación de las fuentes de agua por agroquímicos o por residuos sólidos, el desperdicio en su uso o la presencia de fugas en las redes de distribución; inclusive se ha detectado por parte de las autoridades correspondientes, el robo de este valioso recurso desde los mismos acueductos.
De niños no solo nos gustaba mojarnos debajo de un fuerte aguacero, sino que también beber de esa agua llovida. Evidentemente sobrevivimos a esa práctica, al igual que cuando nos comíamos una guayaba con gusanos o tomábamos con nuestras manos sucias, un tostel o una empanada para comer. Hoy estamos más que advertidos que cualquiera de esas costumbres pueden ser causantes de varias de las enfermedades como las anotadas en párrafos anteriores.
Es más, los científicos ya llegaron a la concluyente afirmación de que no existe ningún lugar sobre la Tierra en el que podamos beber agua libremente, ni de la lluvia, ni de arroyos ni de supuestas fuentes prístinas; por lo menos es lo que investigadores de la Universidad de Estocolmo han determinado, usando parámetros establecidos por la EPA (Agencia de Protección Ambiental de EUA). Lo triste de estas investigaciones es que ya se han detectado microplásticos en sangre humana y las muestras de agua llovida que se han recogido en las llanuras tibetanas o en la misma Antártida, dan cuenta de la presencia de sustancias tóxicas que hacen el agua de lluvia en no-potable, según estándares de la EPA.
A medida que pasa el tiempo y se acrecientan los problemas ambientales globales: cambio climático, degradación de ecosistemas, deforestación inmisericorde, extinción de especies de la vida silvestre, contaminación oceánica, pérdida de suelos cultivables o agricultura extensiva (no regenerativa), el agua (como ese recurso vital para nuestra subsistencia), se hará cada vez más escaso y desatará lo que apocalípticamente se ha llamado: “las guerras del agua”.
No todo es culpa de las agencias estatales de manejar el recurso hídrico, mucho es culpa de nosotros mismos, primero, al no tener conciencia de lo grave que es esta situación y segundo, al no impulsar un cambio personal y colectivo sobre el consumo del agua.
Ya casi somos 8 mil millones de seres sobre la Tierra y todos necesitando el agua para beber, preparar los alimentos, asearnos, lavar la ropa, regar los cutivos… esto no es cuestión de poder cubrir con nuestro bolsillo, el mal manejo (desperdicio) del recurso, sino de visualizar el gran problema que tenemos enfrente, sobre la escasez del mismo y sobre la necesidad de protegerlo con formas creativas y sostenibles.
En este particular no hay más tiempo que perder.
Como simpre muy atinado tu articulo, q nos. invita a continuar reflexionando. sobre el. uso. q le damos al agua, y como indicas, a buscar formas creativas para protejer y saber administrar tan preciado recurso. que como sabemos no es renovable..