Adriana Núñez, periodista Visión CR
Aunque el tema que se expone a continuación posiblemente nos coloque “bajo fuego” es preciso abordarlo pues evidentemente existe un abierto enfrentamiento entre las organizaciones feministas y los grupos minoritarios de transexuales que operan dentro y fuera de ellas. De ahí que intentaremos aclarar ciertos conceptos en aras de contribuir con las opiniones que nuestros lectores puedan formarse al respecto.
Según algunos especialistas en el tema de sexualidad, “transgénero” es un término que incluye las diferentes identidades de género que las personas pueden tener, cuando son distintas al sexo que se les asignó al nacer.
Ya desde ahí surge una gran confusión en torno a su significado, pues si las identidades de personas trans que nacieron hombres son distintas, ello lógicamente significaría que se sienten como “mujeres” o viceversa, por lo que realmente pertenecen al grupo homosexual. Pero en la práctica quienes así se identifican piensan diferente.
Pareciera que las personas que se autodenominan “transgénero” insisten en incluir variadas acepciones para describirse a sí mismas, sobre todo porque muchos de ellos no están de acuerdo con la manera tradicional de entender el género dividido en “masculino” y “femenino”, por lo que prefieren recalcar que son individuos “de género fluido”.
¿Y qué es género fluido? ¿Una moda, un hábito de consumo o una manera de actuar o de acomodarse libremente a cualquier situación que en el momento conduzca al individuo a mantener apariencias y conductas retadoras o hacia placeres físicos con parejas indistintas y volátiles?
El caso es que aún sin explicaciones que clarifiquen puntualmente tal denominación, los grupos minoritarios que la integran han estado imponiendo su agenda en distintas naciones, en las que se les asignan cuotas -sobre todo laborales- en actividades tanto privadas como públicas e intentando participar -en igualdad de condiciones- en eventos de orden deportivo, cultural y artístico femeninos, donde definitivamente en muchos casos, sus características físicas no pueden equipararse con las de las féminas involucradas. Y así lo han señalado muchas mujeres alrededor del mundo.

Según el Manuel de instrucciones de la agenda de la Federación Estatal de lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y Más (FELGTBI) fundada en España en 1992, a lo largo de los años se han trabajado temas relativos a la defensa del matrimonio igualitario, respeto a la diversidad sexual y apoyo estatal para tratar el VIH Sida, entre otros aspectos.
Mencionan también en sus textos las luchas feministas, pero en realidad algunas analistas, activistas y expertas tales como Nohemí Hervada -quien ha dedicado su energía y recursos intelectuales a promover el empoderamiento y bienestar de las mujeres, las niñas y jóvenes potenciando el talento y el liderazgo femenino- objetan sus intenciones y explican que los transexuales están alimentando “una locura consumista” donde quienes más ganan son los que realizan los cambios de sexo, las operaciones de implantes de senos y el uso descontrolado de hormonas, en detrimento de quienes desde muy temprana edad se vuelven adictos a estas transformaciones, muchos de los cuales terminan cosificándose.
“Hay personas que creen que para ser aceptadas como buenas, tienen que permitir y validar cualquier cosa, aunque sea una locura. Hay ejemplos de hombres trans que han tomado hormonas y se han puesto senos, que se acercan a los grupos de lactancia materna y llegan al colmo de pedir prestado un bebé para ver si pueden llegar a inducir y experimentar la lactancia” señaló en un programa Hervada.
La especialista ha indicado que mientras no hay prisa por los derechos de las mujeres en muchos países, sí pareciera que hay una enorme urgencia de promover las peticiones de otros grupos minoritarios, incluidos los que se declaran de género fluido. “Y como las mujeres nunca hemos sido prioridad para el patriarcado, pues prefieren anteponer otros reclamos a los nuestros”.
En realidad no se trata de minimizar las necesidades de ningún grupo, pero sí de priorizar democráticamente las de los colectivos mayoritarios; en este caso, las de millones de mujeres que representan actualmente, según datos de las Naciones Unidas, el 49,5% de la población mundial.

De conformidad con la Asociación española Docentes Feministas por la Coeducación “la transexualidad no es una orientación sexual sino una identificación con los caracteres diferenciales del sexo opuesto”.
En ese mismo sentido, la analista de mercados y activista Elena Armesto, indica que “el hecho de equiparar orientación sexual con identidad y con determinados roles”, es profundamente homófobo. “Esta idea se ceba especialmente con las lesbianas, a las que se les viene acusando -e incluso agrediendo en sus propias marchas reivindicativas por activistas transfemeninos- por rechazar relaciones con hombres autoidentificados mujeres”.
Abundan ejemplos en distintas naciones y también en nuestro país, de empresas e instituciones que han establecido “cuotas trans” para personas que así se autocalifican y que obtienen los puestos aún sin tener los atestados para desempeñar los cargos para los cuales han sido contratados. Adicionalmente, según fuentes que pidieron el anonimato, en muchos casos se muestran “muy a la defensiva” y frente a ellos, “hay que pensarlo muy bien antes de hablar o darles alguna indicación, no sea que se sientan molestos”.
El peligro es que la tirantez que se establece redundaría en un problema para quienes intenten corregirlos pues inmediatamente aducen “persecución”. “Incluso no acatan las reglas de vestimenta que ciertas organizaciones aún conservan, como por ejemplo la Asamblea Legislativa de Costa Rica, en cuyo reglamento interno se establecen patrones de conducta y también de vestimenta para ingresar a recintos tales como el plenario legislativo” señalan.
En un artículo publicado por The World News, la española Armesto fue enfática al subrayar que “el género es la herramienta patriarcal por la cual las mujeres, debido a su sexo, sufren opresión estructural. La identidad de género y la agenda transactivista son, simplemente, contrarias al Movimiento Feminista. El género no se siente, lo sufrimos las mujeres, incluso aquellas que se auto declaran hombres. La misoginia no transiciona”, argumenta.

En resumen, en los últimos años y cada vez con mayor fuerza, ha sido palpable en las discusiones públicas sobre derechos e igualdad, las diferencias y controversias que existen entre el feminismo y la agenda de los grupos trans, pues mientras para el primero, el género es una construcción social utilizada con el fin de subordinar a las mujeres respecto a los hombres, lo que el segundo ha evidenciado en la palestra pública en estos días, es el hecho de poner en entredicho la validez de la reivindicación de esa identidad de género. De acuerdo con las feministas, aceptar sus posturas es “volver al esencialismo, a aceptar determinadas normas que estrujan y que debilitan la lucha por la verdadera equidad.”
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