Visión CR

La nave del olvido

Gabriel González-Vega,

Crítico de cine

Cine chileno que libera. Un recorrido por los avatares de ser pobre, mujer, madre, viuda, lesbiana, de la tercera edad; tan sincera y humanista que nos interesa a todos.

Lautaro es un lugar tedioso para vivir. Todo el mundo mira a todo el mundo. La gente vive para afuera, para que el otro no diga algo. Es violento”… “Lautaro es Chile, acá en Santiago es igual, quizás es más grande, pero pasa exactamente lo mismo”.

Nikol Ruiz Benavides, realizadora

Lautaro, Chile

Primero en mi hogar y luego en pantalla grande disfruté enormemente de este filme hermoso, bien realizado, sugestivo y entrañable. Gracias a mi colaboración con el Equal Flm Fest recién realizado en San José, pude recomendarles este estupendo relato, el mejor del evento.

Como trabajo de graduación universitaria en dirección cinematográfica, y una loable ambición de ir más lejos, de hacer una ópera prima de calidad, Nikol Ruíz Benavides realizó esta esmerada película que muestra notable talento y sorprendente madurez. Está ambientada en su pueblo natal, Lautaro (nombre mapuche que significa pájaro veloz), una pequeña comunidad rural del sur que parece detenida en el tiempo; de hecho a mi me retrotrajo décadas.

Nikol, también guionista, combina con acierto la odisea de una carismática mujer con una descripción de la ingenuidad, la mojigatería-con su violencia pasiva- y las supersticiones -medio mágicas, medio religiosas- de los pobladores, típicamente latinoamericanos.

Nikol Ruíz Benavides

Un mandato patriarcal que se toma como natural e inevitable. La aparente presencia de OVNIS en la zona agrega un elemento de curiosidad y le da mayor espesor a la historia, además de funcionar como metáfora. Su acertada dirección le mereció el Colón de Plata en el Festival Iberoamericano de Huelva. Por cierto, en ese mismo evento nuestra “Caribe”, en cuya producción y edición trabajé junto a Esteban Ramírez, ganó cuatro premios. Esteban, por cierto, estrena su quinto largometraje, “Ámbar”, estos días.

De la mirada apagada al brillo del autoconocimiento

La protagonista, un ama de casa de 70 años, se casó joven y pasó la vida atada a un marido machista, con su sexualidad reprimida, reducida a la insípida rutina del esposo -como tantas en nuestro subcontinentes-, laborando junto a él en finca ajena y sobreviviendo en casita prestada. Claudina, así se llama, se ve forzada, debido a sus carencias materiales y pérdida de la morada, a irse a vivir con una hija, Alejandra (30 años), poco amable y bastante mandona, obsesionada como es usual por el qué dirán (“pueblo pequeño, infierno grande”). Apenas tolerada en ese espacio familiar distante, tres personas le abrirán los ojos y la sacaran de la nueva prisión, ampliando su maravillosa sonrisa por la vía del autoconocimiento.

Claudina, de 70 años, protagonista principal de la cinta, junto a Elisa

Uno es un niño, su nieto Cristóbal (Ruíz), cuya bondad, alegría y apertura mental son un bálsamo. Entre ellos dos, que comparten dormitorio, crece una bella preciosa relación, como la que vimos por ejemplo en “Las memorias de Antonia” de Marleen Gorris (entre el viejo filósofo y la niña genio). Uno de los prejuicios más acentuados y menos cuestionados en nuestra cultura es el rechazo al encuentro y el afecto entre personas de diferente edad. La directora Nikol explica que para ella el chico representa, al igual que el nombre del salón pecador “El Porvenir” -que pronto veremos- la esperanza, un futuro mejor, sin las estrecheces y la intolerancia actuales. Como en “El resplandor” de Stanley Kubrick, la mirada limpia del jovencito es la salvación, la solución al laberinto.

Otra es una adolescente (Gabriela Arancibia) que labora en una tienda como dependiente. Mujer fuerte, ingeniosa y simpática, que tampoco teme cruzar la línea de la edad y disfrutar del afecto y mutuo conocimiento con la protagonista. Ella se me pareció al adolescente varón en la estupenda “Distancias cortas”, de Alejandro Guzmán.

Al otro lado de un muro alto, contiguo a la residencia, una elegante mujer de 65 años, Elisa (Romana Satt), casada más muy independiente, le brinda una amistad que la saca del hueco donde la encerraron las costumbres y le dibuja más sonrisas, así como caricias en la piel. Ella la lleva a reencontrase con su pasado, con una experiencia frustrada que la marcó y guarda en un rincón del alma como anhelo impensable. Entre ambas florece un cariño cada vez más erótico.

Claudina y Elisa, enamoramiento casi adolescente

Para Claudina es un enamoramiento casi adolescente. Por su apariencia e historial sabido, este horizonte de lesbianismo es inesperado. Por cierto, la directora Nikol se define ella misma como lesbiana, lo que ayuda a su comprensión del tema y a la idea que transmite de que la libertad es individual e inalienable.

En sus propias palabras: “pensé en mi propia libertad, en cómo es que te hagan sentir que no perteneces, que eres rara, que eres distinta por no entrar en el molde del designio patriarcal. Y quise abrir una puerta de esperanza para mí y para todes los que se han sentido así en algún momento de sus vidas”

Así como la eficaz fotografía de Víctor Rojas y la cuidadosa dirección de arte de Melissa Nicitich nos dieron testimonio preciso del espacio limitado y pobre donde Claudina vegetó, resignada, luego las imágenes pintan esa relación de amigobias que deambulan entre risas o posan abrazadas, con líneas y colores atractivos que las hacen brillar. Ellas dos comparten sus momentos de una manera muy fresca y agradable, pero bajo la vigilancia represora de los vecinos. Una señora insidiosa, en especial, una suerte de Doña Vina, resume ese cotilleo y desaprobación pública. Tampoco falta un incidente desagradable con machistas borrachos. Pese a ser tópicas, estas escenas resultan convincentes. En “El porvenir”, justamente en las afueras del pueblo, medio clandestino, Claudina encuentra un espacio de socialización con canto y baile donde la diversidad de género y orientación sexual se expresa sin remilgos. Y allí se topa de nuevo con su pasado.

Pronto descubre que las cosas no son fáciles y debe asumir su soledad desde una autonomía recién hallada. En ese sentido el símbolo del auto es excelente. De no atreverse a tocarlo, pasando por la amiga que le enseña a conducirlo, hasta un final que la lanza valiente hacia lo desconocido con la dirección, la dirección de su vida, en sus manos. Como en “Los 400 golpes” de Francois Truffaut, cuando Antoine llega al mar, aquí ella llega, a contracorriente del gentío que camina como polillas cegadas por la luz (certera imagen), a un horizonte incierto, pero con una actitud decidida, libre de las ataduras del pasado. Por eso el auto se puede entender como “la nave del olvido”; o puede aludir también a las naves alienígenas que ven o imaginan los lugareños.

Las interpretaciones son muy adecuadas;  la veterana del teatro Rosa Ramírez es una protagonista excepcional. Ella y sus tres puntales despiertan simpatía y sostienen el refrescante relato con aplomo.

El filme se estrenó en el magnífico Festival Internacional de Cine LGBTQ de Frameline, en San Francisco, 2 020, al que he asistido varias veces (yo hubiera estado allí de no ser por la pandemia). También fue premiado en varios otros festivales(ha participado en más de 60) en el mismo Chile, Canadá, Italia, España, Francia, Corea del Sur.

Es una película que se aprecia con agrado, que despierta empatía, que nos recuerda cómo la ignorancia y el miedo dominan a muchos, pero que nos anima con el renacimiento de la protagonista, una mujer que nos resulta entrañable y un ejemplo digno de imitar. Es un filme bello y sagaz. Al inglés tradujeron su título muy apropiadamente como “Forgotten Roads”. Confío que la puedan disfrutar vía streaming.

Coda: ¿Recuerdan “Espera un poco, un poquito más, para llevarte mi felicidad…”, del mejicano José José? Esta canción romántica de 1970 se titula “La nave del olvido” y a mi me gustaba muchísimo en mi juventud. Y aún hoy me encanta. Quizá Nikol la tuvo en mente al diseñar su filme.

1 comment

Deja un comentario

  • Como siempre muy lúcido, profundo, repleto de referencias cinéfilas, y agradable de leer, el artículo del maestro Gabriel González. Excelente.

A %d blogueros les gusta esto: