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Relaciones entre Ortega y la Iglesia católica en Nicaragua atraviesan un momento muy delicado

(Redacción).- El capítulo más reciente fue el arresto, el pasado viernes, del obispo Rolando Álvarez, la última voz abiertamente crítica con el gobierno del país centroamericano, que actualmente está en reclusión domiciliaria.

Según explicó en un comunicado, la Policía Nacional de Nicaragua acusa al obispo de Matagalpa, de 55 años, de “organizar grupos violentos, incitándolos a ejecutar actos de odio en contra de la población, provocando un ambiente de zozobra y desorden, alterando la paz y la armonía de la comunidad, con el propósito de desestabilizar al Estado de Nicaragua y atacar a las autoridades constitucionales”, cargos que él niega.

Monseñor Álvarez era conocido por denunciar violaciones de derechos humanos del gobierno de Ortega, cuya deriva autoritaria ha sido objeto de críticas de instituciones y organismos internacionales en los últimos años.

Otro obispo crítico con el gobierno, Silvio Báez, se exilió en 2019 después de recibir varias amenazas de muerte.

Monseñor Silvio Báez

El asalto policial a la Curia Episcopal de Matagalpa y el arresto del obispo Rolando Álvarez y otros religiosos es apenas un episodio más de la saga de enconos entre la Iglesia católica y los sandinistas en el país centroamericano.

La relación entre religiosos y revolucionarios, antes de que estos tomaran el poder por las armas en julio de 1979, está salpicada de momentos históricos que sacudieron a esa nación y en los que siempre la lglesia católica emergió como la mediadora de conflictos para liberar guerrilleros encarcelados.

El clero católico de Nicaragua denunciaba entonces las violaciones a los derechos humanos más elementales, al tiempo que reclamaba respetar las libertades civiles y políticas y exigía a la dictadura de Anastasio Somoza Debayle que convocara a procesos electorales libres e independientes.

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