Nivaria Perera
Agosto ha sido el mes con las celebraciones de cumpleaños de familiares, colegas y amistades muy, muy queridas como ningún otro mes del año y como en la balanza de la vida también de recordadas partidas al Infinito de personas entrañables cuya ausencia sigue golpeando el alma.
Tales sentimientos encontrados por las ausencias irreparables y las sonrisas y risas en rostros de las amistades y que una nueva celebración de la vuelta al calendario es un verdadero canto a la vida de ellos y ellas y también a la nuestra.
De regreso a casa, luego de una tarde estupenda disfrutada en la fiesta de una persona muy querida, mi amiga desde los 14 años, en medio de un aguacero de esos que nos ha venido recetando La Niña en los últimos días y con la alegría y la paz en el alma mi mirada se percató de un dormitorio a cielo abierto, en la acera de un negocio. Sí cantidad de bultos blancos, oscuros en la acera generosa con un techo aún más, por la forma pensé que eran mujeres y hombres envueltos a saber con qué acostados en hileras sobre cartones.
Cómo, cómo y dónde están las autoridades municipales, las gubernamentales, las de salud e instituciones como el IMAS, no es que es el Instituto Mixto de Ayuda Social para velar por el bienestar de personas en situaciones de pobreza. Me decía el conductor del auto que me transportaba que son personas que han emigrado de sus países, haitianos, venezolanos y nicaragüenses quienes han encontrado este refugio nocturno. ¿Y dónde están las autoridades de migración que no ejercen mejor sus funciones?¿No hay albergues para migrantes?¿No hay una política coherente e integral para atender estas poblaciones?
En el país hay, viven un aproximado, según datos publicados por la Organización de Naciones Unidas, ONU, 417.768 inmigrantes, lo que supone un 8,23% de la población de Costa Rica, claro que no todos están en la calle y que los que ahí hacen su cotidianidad están en estado de indigencia. Es lamentable que no existan datos concretos de estas situaciones, pero más aún que un país con una alta defensa de los derechos humanos permita tal desafuero.
La situación de que han dado cuenta los medios de comunicación de migrantes venezolanos en las calles josefinas es fiel reflejo de la desatención de las autoridades nacionales de salud, migración y seguridad, no por una actitud xenofóbica sino de solidaridad deben delinear programas que atiendan sus necesidades. En un momento como el actual donde la salud de la población des precaria por el Covid19, aún haciendo su fiesta por ahí, es un azote la movilidad de personas que no se sabe sus condiciones de salud por esas calles de Dios.
Golpea fuerte el contraste la celebración de la vida de unos en tanto hay seres humanos que envueltos en cartones y posiblemente sin alimentos en sus barrigas desde hace sus días durmiendo en las calles josefinas. ¿Qué pasa? ¿Dónde está el trípode necesario para fortalecimiento de la democracia: gobierno, sociedad y empresarios privados? ¿O se harán de la vista gorda y saldrán a rasgarse las vestiduras cuando no haya solución plausible?
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