Federico Paredes, analista agroambiental
En los patios de las casas de nuestros abuelos y otros antepasados, se tenía una linda colección de hortalizas, plantas medicinales y árboles frutales. Debajo de la sombra de estos cultivos, escarbaban sin preocuparse, las gallinas y uno que otro chancho o cerdo.
Generalmente, al final de aquel predio multicultivos, existía un gran hueco de unos 4 metros cuadrados, que servía para recibir todos los desechos sólidos (biodegradables) que se producían en la casa.
Ese agradable cuadro de antaño, poco a poco ha ido desapareciendo por los cambios de la vida moderna: ahora la municipalidad recoge la basura una o dos veces por semana, es más fácil comprar un rollo de culantro coyote o Castilla en el supermercado o un cartón de 30 huevos; la pierna de cerdo para Navidad se consigue en el mercado central o se encarga a algún contacto, la yerba buena o el zacate de limón para hacerse una tisana se consigue mejor en la macrobiótica, en fin, todo aquello va quedando atrás en el tiempo y en la memoria de los mayores.
Nos hemos desconectado de la tierra, y lo agitado de la vida que llevamos nos hace perder la perspectiva de lo importante que es la conexión Ser Humano-Suelo.
A lo mejor, preocupados por la cada vez más necesaria disponibilidad de alimentos frescos y sanos, los organismos internacionales como la FAO y la OMS, junto con los gobiernos de los diferentes países de la comunidad internacional, están impulsando cada vez más, los huertos caseros y la aborización con frutales.
Pero, ¿qué entendemos por agricultura o producción orgánica? Grosso modo ésta se sustenta en tres puntos: no utiliza agroquímicos, protege la estructura y dinámica del suelo y en general, cuida los recursos naturales. Es la iniciativa del ser humano por tener una producción de alimentos lo más cercana a como se generaría en la naturaleza.

La Administración Cháves Robles pretende por medio del MAG, fortalecer la producción orgánica nacional, estimulando la ampliación de las áreas de esta modalidad y la oferta de más productos. Esto lo desea impulsar por medio de una extensión agrícola más enfocada a los productos orgánicos, que sean certificados por organismos autorizados y reconocidos por el Ente Costarricense de Acreditación (ECA).
Dentro de este gran escenario, la idea es incluir la actividad pecuaria orgánica, impulsar la promoción y comercialización de estos productos (dentro y fuera del país) y fortalecer la investigación en este interesante campo.
Costa Rica tiene hoy, un poco más de 10.000 ha de producción orgánica, certificada por una entidad acreditada por el ECA, principalmente piña, caña de azúcar y cacao. Los datos de COMEX indican que en el 2021, nuestro país exportó unos 34.000.000 de kg de estos productos en forma de puré de banano, piña fresca y congelada y azúcar de caña molida.
Otros productos que se generan dentro de esta modalidad son: mora, naranja, vainilla, especias, dulce granulado, piña, granadilla y plantas medicinales, todos ellos para exportación. Para el mercado interno, se producen granos, frutales, tubérculos y tallos.

Según la organización MAOCO (Movimiento Agricultura Orgánica Costarricense), de las 15000 hectáreas que ellos tienen registradas como orgánicas, 11000 están certificadas por algún ente acreditado ante el ECA. Esto no es un mero requisito sino una forma de respaldar dicho tipo de producción, de manera que se le dé confianza al consumidor de que efectivamente lo que compra y consume, es de sello orgánico.
Un dato sumamente interesante es que, ante la Unión Europea, somos el tercer país del mundo con certificación de agricultura orgánica. Nada mal, si pensamos en la creciente competencia internacional por hacer más este tipo de producción agrícola.
Obviamente no se trata de desplazar la agricultura de alta tecnología y de grandes extensiones, sino de abrir otras ventanas para la producción en pequeña escala y que no implquen riesgo para la salud de las personas.
Habrá que ser más creativos y remplazar la begonia o ese helecho por una planta de chile dulce o morrón (Capsicum annum), las matitas de violeta o gloxinia por unas de culantro o cilantro (Coriandrum sativum), la hiedra o enredadera por una chayotera (Sechium edule) y ese árbol de laurel de la India o de almendro de playa, por uno de limón (Citrus limon) o de cas (Psidium friedrichsthalianum). Es cuestión de variar los paradigmas ornamentales. Al fin y al cabo las dos grandes preocupaciones del ser humano son: alimentarse bien y gozar de buena salud y esto se apoya con alimentos frescos, inocuos y de temporada.
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