Visión CR

Mujeres costarricenses rechazan discursos de odio y actos violentos

  • Reclaman el valor de la pluralidad y que se respete el derecho a disentir con argumentos
  • Aducen que no es tarde para recuperar la integridad moral y la dignidad como nación

Adriana Núñez, periodista Visión CR

«No se le puede dar la mano a quien permanece con el puño cerrado» (Indira Gandhi)

Innumerables voces femeninas a lo largo de la historia de la Humanidad han clamado por el cese de la violencia que ha azotado al planeta desde que el hombre afianzó sus pasos sobre la tierra.

Lo han hecho con valentía no solo desde el recodo de la vulnerable condición en que muchas viven -que las reduce drásticamente frente a la opresión, la prepotencia y el avasallamiento físico de masculinidades mal entendidas- sino también desde el escenario público, a través del cual una mayoría de ellas reacciona instintivamente en defensa de sus hijos, familiares e incluso de otras mujeres, igualmente agredidas.

Lentamente, los tiempos se han ido transformando y en algunos aspectos han ido mejorando, no solo por los cambios culturales y debilitamiento del patriarcado, sino también  porque el esfuerzo, liderazgo y superación de millones de féminas, las oportunidades que han buscado para educarse y salir adelante económicamente y su capacidad innegable de trabajo, de resolución de problemas y por supuesto, la resiliencia, las han convertido en motores vitales no solo para la supervivencia de la especie sino también para el sostenimiento de las sociedades del mundo.

No obstante, los conflictos bélicos, los discursos, actos y desplantes de varones misóginos, ambiciosos, inmorales, abusivos e incluso las posturas cómplices de algunas féminas que lamentablemente o no lo entienden -porque quizás no han tenido acceso a las herramientas necesarias para interiorizar y promover el respeto de género y la sana convivencia- o aquellas a quienes simplemente no les importa, en ocasiones dan al traste con los esfuerzos de grupos integrados por personas de uno o ambos sexos, que luchan por la equidad, el respeto y la paz.

En 2020, un estudio realizado por el Centro de Investigación en Economía y Política (CEPR) y el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés), reveló que los países que cuentan con líderes mujeres lo hicieron “sistemática y significativamente mejor” para combatir el Covid-19, procurando tanto la salud como la economía de la población. Un difícil pero contundente resultado que se replica en otros aspectos importantes del quehacer social donde ellas han tenido injerencia.

Las nigerianas Damilola Odufuwa y Odunayo Eweniyi han trabajado hombro a hombro junto a otras féminas con el fin de que se respeten los derechos de las mujeres en esa nación (Foto archivo)

La investigación incluye además una lista de voces calificadas de líderes femeninas entre las cuales destacan: la alemana Angela Merkel, cuyo interés por el bienestar humano trasciende las fronteras de su propia nación; la inglesa Sarah Gilbert, bioquímica y bióloga, líder a cargo del proyecto Oxford-AstraZeneca o la colombiana Diana Trujillo, quien trabaja en la NASA como directora de vuelo de la misión Marte 2020; también la ecuatoriana Nemonte Nenquimo, wuaorani de 35 años, quien encabezó las protestas y lideró el proceso legal para evitar que las compañías petroleras explotaran una zona del Amazonas y las nigerianas Damilola Odufuwa y Odunayo Eweniyi, las cuales formaron, junto con otras 11 mujeres, un grupo llamado Feminist Coalition (Coalición Feminista) con el objetivo de mejorar los derechos de las féminas en esa nación.

Definitivamente mujeres valientes, luchadoras y con probadas capacidades de organización y conducción, como históricamente también las hemos tenido y aun las tenemos en nuestra patria. Y hoy esas voces nuestras están clamando por el respeto y la serenidad que le garanticen a nuestra población, un sitio seguro donde desarrollar sus potencialidades.

Impulsos desde el anonimato

Evidentemente, las mujeres no tienen necesariamente que poseer cualidades especiales o alcanzar la palestra pública para contribuir con la buena marcha de su barrio, ciudad o país. Muchas lo hacen desde el anonimato, ejecutando sencillas labores, apoyando el quehacer de otros y sumando su guía y presencia a los proyectos que persiguen mejorar la calidad de vida de todos por igual.

Sin embargo, su actuar, honesto y solidario, no las protege de los comentarios fuera de tono, de las burlas y agravios que frecuentemente deben sortear.

Como ejemplo de la difícil realidad circundante, podemos citar datos de una investigación publicada en julio del 2022, que fue realizada por un grupo de estudiosas a cargo de María José Chaves Groh y dio un fuerte campanazo al revelar que «en relación a las manifestaciones de discriminación, el 67,8% de las estudiantes consultadas (mujeres de grado que cursan de segundo año en adelante, matriculadas en la UCR, en el primer semestre de 2021) reportó haber escuchado comentarios ofensivos por el hecho de ser mujer en distintos sitios, como la casa, la comunidad, el lugar de trabajo o de estudio».

Las agresiones verbales, sicológicas y físicas alcanzan hoy en día a miles de ciudadanos, sin distingo de clase social o nivel educativo. Al igual que las citadas estudiantes universitarias, personas como María Rosalina Pérez, quien vive en una barriada marginal de San José o Candace Burrell, vecina de Limón -ambas jefas de hogar- han enfrentado junto a sus familias, además de vicisitudes económicas, varios tipos de ataques.

Aun así, en sus humildes moradas se practican los valores familiares, hay espacio para sonreír y sobre todo, para acuerpar cualquier esfuerzo que redunde en mayor tranquilidad y seguridad. Son figuras que viven en el anonimato pero que tienen plena consciencia del valor de la paz y no aceptan que en su círculo inmediato se sobrepasen los límites de la sana convivencia. Para ellas el insulto y la incitación a la violencia son motivos de preocupación y por supuesto, de repudio.

El respeto y la solidaridad son dos de los valores mas importantes que se deben inculcar desde temprana edad (Foto con fines ilustrativos)

Pérez y Burrell piensan que ante el clima de provocación imperante y las frecuentes transgresiones que se suceden diariamente en Costa Rica, es necesario que miles de mujeres, como ha ocurrido en otras latitudes, “salgan a las calles a demandar respeto, buenos ejemplos y sobre todo, la recuperación de los valores costarricenses en todos los niveles”

La verdadera cara del país más feliz del mundo

Las apreciaciones de María Rosalina y Candace son muestra fehaciente del sentir de un conglomerado cada día más amplio. No es casualidad que sobre ese mismo tema, precisamente bajo el titulo “La verdadera cara del país más feliz del mundo”, un amplio grupo denominado “Feministas en resistencia” diera a conocer hace pocos días, un comunicado a través del cual exponen que “la sociedad costarricense se ha visto inmersa en una espiral de violencia sistémica que se ejerce mediante prácticas o discursos normativos cuyo efecto es perjudicar a colectivos de la sociedad. Es una narrativa que promueve y engloba diversas violencias” indica el texto.

En ese llamado vehemente las féminas que lo suscriben reclaman “dignidad y probidad” ante todo, además de “un alto a la violencia y a los discursos políticos de odio y misoginia” resaltando a la vez la necesidad de recuperar el “respeto absoluto a las diferencias, a la libertad de expresión y prensa, al activismo humanitario, a la justicia social y a los mejores valores democráticos”.

Precisa y coincidentemente, desde la tribuna independiente de los medios de comunicación profesionales, se ha hecho énfasis en la necesaria recuperación de los valores, que no solo deben fomentarse en los hogares y las aulas, sino que ineludiblemente deben partir del ejemplo que quienes dirigen el destino de la nación, trabajan en el ámbito de lo público o aquellos que incluso son caras visibles de organizaciones privadas que impactan el quehacer social, están obligados a dar.

Una mayoría de mujeres costarricenses siente un enorme rechazo por los discursos de odio y actos violentos que azotan al país y así lo están manifestando. (Foto archivo)

2 comments

Deja un comentario

  • La violencia en todas sus formas, degrada a la persona humana!
    Y nosotras las mujeres, fuimos y somos víctimas de esa violencia, por el hecho de ser «mujeres».
    Pero también somos cómplices, porque reproducimos estereotipos y conductas, que propician la violencia.
    Es hora de que mujeres y hombres, forjemos:
    ¡nuevas feminidades y nuevas masculinidades!
    Y así construir sociedades más libres, justas, inteligentes y solidarias.

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