Federico Paredes, Visión CR.-
El espacio sideral o el cosmos, siempre ha sido una gran atracción para el ser humano, y el deseo de conquistar los cuerpos celestes ha representado un gran motivo, hasta de competencia, entre potencias como la extinta URSS y los EUA, durante las décadas de los 50, 60 y 70.
La física espacial es particularmente interesante porque considera las leyes dentro del planeta Tierra, junto con la Ley de la Gravitación Universal, y otra serie de métricas aplicablesfuera de la influencia de este Planeta.
Recuerdo que estaba en mis años de universidad cuando la misión espacial Apolo 11 llevó a los astronautas Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins a nuestro satélite natural, la Luna.

En aquel entonces, el Presidente John F. Kennedy había afirmado ante el Congreso, que EUA llevaría el primer hombre a la Luna, antes de iniciar la década de los 70 y lo cumplió; la NASA con esa acción, rebasó a la URSS en esta carrera espacial, ya que los soviéticos fueron los primeros en poner un hombre a orbitar alrededor de la Tierra.
Ya han pasado varias décadas, concretamente más de 60 años de actividades espaciales, en las que se han dado 6250 lanzamientos y se han colocado 13.630 satélites. En este momento hay en el cosmos unos 8850 satélites, de los cuales solamente operan con éxito, 6600.
Estos aparatos están dando vueltas para facilitarnos las comunicaciones, el internet, las navegaciones aeroespaciales, las tendencias meteorológicas y hasta el mismísimo espionaje militar.

Ahora bien, muchos de estos artefactos ya no están en funcionamiento, entonces ¿han sido retirados de circulación? ¡Para nada! Siguen en el cosmos dando vueltas ahora en su condición de basura espacial. Y se estima que debe haber más de 10.000 toneladas de este tipo de desecho cósmico allá arriba.
La ESA, European Space Agency, considera que debe haber unos 130 millones de artefactos de todos los tamaños, desde 1 mm hasta 1 cm, considerados basura espacial, mismos que pueden causar potenciales accidentes con los aparatos que están funcionando.
Algunas personas podrían pensar o considerar la posibilidad de que fragmentos o pedazos de estos artefactos, entren a la Tierra y produzcan daños a las personas o a edificaciones. Los especialistas en estos temas aseguran que eso no sería posible porque al entrar en la atmósfera terrestre se desintegrarían por la tremenda fricción a que se expondrían y al efecto del calentamiento e incendio por esta acción.
Un dato interesante es que la velocidad promedio de estos artefactos en sus órbitas, es de 56.000 km/h y al impactar eventualmente a una nave u otro satélite en funcionamiento, aún teniendo solamente 10 cm de tamaño, le podría perfectamente provocar daños severos o irreparables y hasta abortar la misión, con la consecuente pérdida del equipo.

Los físicos espaciales han conceptualizado el Síndrome de Kessler como aquel fenómeno en que la colisión de estos aparatos o restos de naves, podría provocar una mayor fragmentación de éstos y consecuentemente, crear más basura espacial.
En la actualidad hay gran preocupación por la cantidad de este tipo de basura o residuos que se puede acumular en los próximos años en la órbita baja de la Tierra, que es la capa de 200 a 2000 km de la superficie que rodea a nuestro Planeta.
La pregunta inmediata es, ¿qué se puede hacer? Es necesario invertir en tecnología adecuada para esta labor de limpieza cósmica, establecer mecanismos de cooperación entre agencias y empresas espaciales, para realizar esta tarea y definir un cronograma realista.

La ESA ya está participando con organizaciones privadas en lo que han llamado la ADR (Active Debris Remotion) o Remoción Activa de Escombros. Por su parte, los Estados Unidos, por medio de la NASA, tiene su ODPO (Orbital Debris Program Office) u Oficina del Programa de Escombros Orbitales.
Habrá que ver si los rusos y ahora los chinos, por medio de su CNSA (Chinese National Space Agency), harán su parte en esta barrida espacial de los miles y miles de fragmentos que significan un gran riesgo en el espacio y que no hacen más que confirmar que dentro o fuera de nuestro Planeta, el Homo contaminantis no duda en hacer valer su presencia como ser que ha ensuciado desde siempre su entorno.
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