Visión CR

No a la violencia verbal

En esta fecha especial, en que se conmemora un aniversario más de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica, es preciso recordar la manera -respetuosa y sincera- en que actuaron quienes decidieron sin violencia y mediante el diálogo franco y abierto, pertenecer a nuestro país y ser hijos “de la Patria por propia voluntad”.

Precisamente una de las formas en que podemos honrar esos actos del pasado, que tanto beneficio trajeron a nuestra nación, es recuperando el valor del respeto, que siempre caracterizó al pueblo costarricense.

Imbuidos como han estado desde hace varios años, en ver cómo salen a flote en un país donde la pobreza ha crecido sensiblemente y la frustración también ha aumentado, muchos costarricenses han dejado en el camino la costumbre de pensar antes de hablar y de revisar con serenidad las motivaciones de determinados mensajes emitidos incluso por ciertas figuras públicas, que llevan implícitos contenidos muy perjudiciales para la colectividad, aunque algunos los aplaudan y otros los ignoren.

Ante el clima de creciente agresividad que se respira en el país, incitar a más violencia constituye un acto irresponsable que todos por igual: desde el presidente de la República hasta los ciudadanos de a pie debemos evitar, no solo porque repercute negativamente -especialmente en los más jóvenes- sino porque muchas veces las palabras y los prejuicios expresados, contravienen las normas sociales de sana convivencia.

Uno de los signos más preocupantes que reflejan los cambios desfavorables sufridos por la sociedad costarricense, es la violencia verbal que miles utilizan en las plataformas de comunicación para desacreditar de golpe y porrazo las propuestas y opiniones del prójimo. Ello representa una terrible forma de abuso que incorpora acciones tan deplorables como son: acusar sin prueba, insultar, socavar la autoestima de otra persona, amenazar, trivializar el pensamiento ajeno, silenciar con arrogancia y culpar sin fundamento.

Y por supuesto, la violencia verbal también es compatible con otras formas de violencia, incluidas la física y la psicológica. Los adultos que reiteradamente la utilizan, no se dan cuenta del impacto negativo que tiene en los jóvenes y niños de su entorno inmediato y lógicamente en quienes escuchan o leen sus agresivas palabras.

En el caso de los niños y adolescentes -en plena formación- es muy posible que reproduzcan dichos patrones violentos de comunicación no sólo en la inmediatez de sus círculos de amistades y escuela, sino que muchos quedarán marcados por formas de interactuar totalmente contrarias a la ética y la moral las cuales, posteriormente, podrían traducirse en daños específicos a sus parejas, familiares o compañeros de trabajo, con consecuencias nefastas para sí mismos y para los demás.

Lamentablemente, en los últimos meses la violencia verbal, alimentada específicamente por maquinarias contestatarias que utilizan las redes sociales como plataforma para insultar y descalificar, ha crecido de forma alarmante en Costa Rica.

Por ello, este llamado a repasar nuestra historia y a la reflexión general no está de más, considerando que la violencia -del tipo que sea- provoca más violencia, mientras que el diálogo y la negociación, generan progreso y sobre todo, paz.

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